A pesar de la
distancia
Me acuesto contigo
cada noche a pesar de la distancia.
A tu lado, pegado a
ti, sintiéndote cerca,
para que mi cuerpo
se clave en el tuyo y me des calor,
para que tu cuerpo
se clave en el mío...
No tarda en llegar
el beso de mano torpe,
siempre yendo a
parar donde desea
-ora tu pecho, ora
tu culo, ora tus muslos, ora tu sexo-
mientras disimulan
mis labios en los tuyos
apagando el posible
reproche.
Pero no se reprocha
nada, que el deseo
sigue siendo hoy
como ayer compartido.
Eso es lo grande:
no se nos apaga este
incendio que nos quema,
desde hace tanto,
los adentros.
Me giro hacia ti
para caer en tu mirada
y adentrarme
despacio en tus estancias,
siempre nuevas y
desconocidas,
siempre misteriosas.
Viajo por tu cuerpo
sin brújula ni cantimplora
y paro con
frecuencia a descansar en tus oasis:
tengo sed y te me
ofreces,
tengo hambre y te me
otorgas,
quiero dormir y me
despiertas.
- Tiempo habrá para
el sueño, que ahora
estoy a tu lado y
contigo.
El calor de tu vida
me descubres
guiando mi mano a
tus secretos.
Exploro, busco,
siento...
Provoco, toco,
dentro...
¡Qué bello baile sin
máscaras,
con sólo piel y sólo
cuerpo!
Bailas como una
odalisca
que libremente
buscase
en el placer su
sentido.
Y te siento... ¡Qué
te siento
y matan las
sensaciones!
Soy todo yo un
enfermo
que busca hallar su
salud
en el fondo de tus
huecos.
(Tus oquedades
danzantes
me vuelven agua los
sesos:
me pierdo en ti, y
me pierdo...
ni me busco ni me
encuentro,
que ya me encontrará
el día
abrazadito a tu
cuerpo).
A pesar de la
distancia,
de la ausencia hecha
lamento,
cada noche te visito
y mi deseo alimento
para que, cuando te
halle
al final de este
desierto,
se vuelva la noche
loca,
muerta mi boca en tu
boca
y me lleves a buen
puerto.
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