Tristeza
Iracunda fuerza me domina y en la soledad mis penas empiezo a lamer, y es esa mujer que amo, la belleza de ella que quisiera poseer.
Soledad, soledad constante que embruja mis días y me siento cobarde, en tiempos y horarios que nadie sabe.
Es la basta algarabía que pone fin a mis días de quietud, de bailar con el aire, tomando una copa y dejando que un cigarrillo se apague.
Es la muerte la que veo siempre jadeante, burlando la dicha que cada día la felicidad sus puertas me abre.
Y la vida, un constante vaivén de recuerdos que son interminables, pues al llegar la noche estos se disipan con un sueño efímero que es inacabable.
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