Me postro ante quien considero que merece todo mi respeto. A aquella que ha sabido domar mi rebeldía. Aquella que me ha sabido conducir, de la mano por las rosas y espinas que proporciona la vida.
Y sólo eres Tú... Dueña de todo mi ser, por quien lloro y río, por quien duermo y despierto, por quien vivo y muero.
Miro al cielo, esa vasta inmensidad... Ese inmenso infinito azul, y pienso que nadie en este mundo debería privarse de tener un sentimiento, por fuerte que sea, por extraño o raro que parezca. Quien nunca ha sentido algo de verdad, nunca ha vivido. Quien no se ha dejado llevar por sus sentimientos, cometiendo locuras incluso, en alguna ocasión, va derecho a la muerte sin experimentar esa ingravidez que proporciona al alma amar y ser amado, entregarse y ser correspondido, llorar y tener un hombro.
Sólo a Tí, te debo lo que soy, por eso me postro y sólo soy capaz de tartamudear en susurros... te amo...