Yo soñé con tu beso, como sueñan los niños con los caballos grandes y los ferrocarriles que ven en las vidrieras. Yo soñé con tu beso y fue un sueño imposible.
Yo soñé con un viaje de alegres desposados -más allá de los mares, por lejanos países-, y aquel viaje de goces, maravilloso y único, era un viaje imposible.
Yo soñé el hondo sueño de la risa de un hijo -un hijo que tuviera tus negros ojos tristes- Pero aquel sueño ardiente del hijo de nosotros fue también imposible.
Soñé así con tu beso, con un viaje y un hijo y mi amor por tus aguas navegó como un cisne. Fueron tres esperanzas las esperanzas mías y las tres imposibles.
Del bosque de mis sueños queda apenas un árbol. Junto a él, cada noche, mi corazón repite, cuando intento cerrarte la puerta del recuerdo, una sola palabra: imposible, imposible.