Me acostumbré a estar sin ti,
a no mirarme en tus ojos,
a prescindir de tu risa,
a no beber tus palabras,
a no absorber más tu esencia
y a no ansiar más tu presencia.
Me acostumbré... y sin embargo,
¿Porqué se inquietan mis noches?
¿Porqué te busco en mis sueños
y me atenazan el alma,
este sentir que algo falta,
esta posesión de nada
y este dolor de vacío?