Interesantísimo y muy jugoso me ha parecido el trabajo que hace el estudioso José González Martínez sobre el nomenclátor de las calles de Granada.
Casi como en todas partes, la nomenclatura de las calles conserva las huellas de la historia. En Granada es de destacar la toponimia árabe, el influjo de la religión, la antigua localización de los oficios, el comercio y la industria, la importancia del agua y de las plantas. La topografía aparece estrechamente relacionada con las costumbres y usos, con la política y con las leyendas populares. Sin embargo –y casi como en todas partes- el desarrollo urbano las va transformando.
Hoy quiero resaltar, y de una manera especial, la toponímia callejera debida al agua por ser tan consustancial con nuestra Ciudad.
«Y Granada tiene dos ríos que la bañan
y muchos más arroyos por las calles»
(Vicente Espinel, Vida del escudero Marcos de Obregón).
El agua, que ha sido determinante en la configuración de la ciudad y en el paisaje que la circunda, señalará ríos y acequias en Carreras del Darro y del Genil, callejón de Acequia Gorda, etc. Las fuentes causarán hidrónimos como Fuente Nueva, Fuente Peña y Fuentecilla. Y cualquier otra incidencia en su urbanismo se reflejará en su onomástica, como los pilares, con Caño Dorado, Caños del Realejo, Pilarillo de Morales, Pilar del Toro... O los múltiples aljibes de sugeridores títulos, como el del Rey, de la Gitana, de Trillo, de Polo, Aljibillo. O en Bañuelo se evocan los baños tan significantes en las costumbres musulmanas e infundadamente desdeñados por los cristianos.
«¿Vivirán nuestras mujeres sin baños, tradición tan antigua? ¿Veránlas en sus casas tristes, sucias, enfermas, donde tenían la limpieza por contentamiento, por vestido, por sanidad?» (Diego Hurtado de Mendoza, Guerra de Granada.
Más las Azacayas y Azacayuelas. De la conducción y repartimiento de las aguas perviven señales en Alcubilla del Caracol ó en plazas de Cauchiles, que rememoran la figura del cañero, heredero de los zanaguidles, que como ellos se encargaron del cuidado, reparo y distribución de ellas.
Denominándose específicamente del Agua, existen en el Albayzín («por ella entra casi descubierta la Acequia del Agua de Alfacar»), en Santo Domingo, Cartuja y la calle de la Duquesa, que también fue conocida así. Y quizás donde se remansan las aguas al confluir los dos ríos se llamó placeta del Remanso. O Arenas, porque sus orillas las tenían. Y la puerta del Arenal (Bib-Rambla) que por contenerlas en abundancia, a la orilla de su cauce, nominó a la que siendo ágora, campo lúdico de justas y torneos, escenario de fiestas religiosas y profanas, se califica como plaza mayor.
Ladrón del Agua nos conduce a los tiempos en que las monjas de Santa Isabel reciben las aguas de Aynadamar y les son usurpadas, a veces con fuerza de armas, por los frailes del llano.
NITO