Julio Verne (1828-1905) nos
llevó de viaje hasta el centro de la Tierra a través de las páginas
de una de las grandes novelas de aventura de todos los tiempos. El
paisaje que en 1864 imaginó el escritor francés, que situó la puerta de
entrada al interior del planeta en un volcán islandés, poco tiene que
ver con la descripción que hacen los geólogos sobre la estructura
interna de la Tierra. Pero la propuesta de los científicos también
resulta fascinante. A unos 3.000 kilómetros de profundidad bajo
nuestros pies, en el llamado núcleo externo del planeta, hay un
gigantesco y turbulento océano de hierro fundido a altísimas
temperaturas.
La circulación de esta
enorme masa de minerales fundidos actúa como una especie de imán
gigantesco, genera corrientes eléctricas y es el principal proceso que
origina el denominado campo magnético de la Tierra. Se calcula
que este océano interno genera el 95% del campo magnético, al que
también contribuyen los minerales que hay en el manto, en la corteza,
la ionosfera, la magnetosfera y hasta en los océanos, pues el agua salada conduce la electricidad.
Como si fuera una burbuja gigante, el campo magnético nos protege de las dañinas partículas que constantemente lanza el Sol.
Los científicos comparan el
campo magnético con una especie de burbuja gigante que actúa como
escudo protector de la Tierra, pues la resguarda de las dañinas
partículas que emite el Sol: «El campo magnético es muy
importante para la vida, pues el Sol manda constantemente radiación a
la Tierra a través del viento solar», explica el científico Andrew Jackson durante el congreso que la Agencia Espacial Europea (ESA) acaba de celebrar en Copenhague para presentar los primeros resultados de la misión Swarm, lanzada el pasado 22 de noviembre desde el Cosmodromo de Plesetsk, en Rusia.
Tres satélites idénticos
Con los tres satélites
idénticos que conforman esta ambiciosa misión de observación terrestre,
la ESA pretende entender mejor y medir los cambios que se están
produciendo en el campo magnético. Y es que, pese a que hace ya 2.000
años que los chinos inventaron la brújula y por tanto, que los seres
humanos comenzaron a investigar el magnetismo, la generación y el
funcionamiento del campo magnético sigue siendo uno de los procesos más
misteriosos de la Tierra.
Los científicos creen que
el campo magnético se origina en el interior del planeta, en un
gigantesco y turbulento océano de hierro fundido que hay a 3.000
kilómetros de profundidad.
Los tres satélites, que se
encargan de medir las señales magnéticas emitidas por el núcleo, el
manto, la corteza, los océanos, la ionosfera y la magnetosfera, se
encuentran en su órbita de trabajo desde el 17 de abril. Uno de ellos
está a 530 kilómetros de altura, mientras que los otros dos se
encuentran a 460 kilómetros y a lo largo de la misión, irán cayendo
hasta los 300 kilómetros.
Según han detectado los
científicos, ese escudo protector se está debilitando. De media,
estiman que se ha debilitado un 5% en los últimos cien años, aunque en
algunas zonas esa pérdida se ha acelerado. Y las observaciones
realizadas durante los primeros meses de funcionamiento de los
satélites Swarm han confirmado ese debilitamiento en buena parte del
globo. Sin embargo, según revelaron en Copenhague los responsables
científicos de esta misión, en una región situada al sureste de África y
al sur de la India el campo se está reforzando.
MAPA DEL
CAMPO MAGNÉTICO. La ESA ha elaborado un mapa que muestra cómo es ahora
el campo magnético que envuelve a la Tierra, y cuya intensidad varía
según la región. La unidad de medida es el nanotesla (nT) y el máximo
que muestra el mapa es 60.000 nT. En rojo se indican las áreas del
planeta en las que el escudo protector es más intenso, mientras que en
azul se muestra la que menor protección tiene, conocida como Anomalía
del Atlántico Sur. Allí se registran casi todos los problemas técnicos
con satélites.
«Todavía no tenemos
conclusiones porque estamos al principio de la misión, pero ya tenemos
resultados emocionantes», asegura Nils Olsen, investigador de la
misión Swarm, que está previsto que dure cuatro años.
«Es cierto que los
satélites llevan trabajando pocos meses, pero ya tenemos datos muy
buenos y queríamos mostrarlos a la comunidad científica en cuanto
estuvieran disponibles. Estamos mirando al interior de la Tierra, pero también miramos lo que ocurre en la atmósfera, acumulando muchos datos.
La actividad solar es muy baja en estos momentos y eso está ayudando»,
relata Roger Haagmans, jefe de las misiones científicas para el
estudio de la superficie y el interior de la Tierra de la ESA.
«No nos han
sorprendido especialmente estos resultados. Pero sí ha sido una
sorpresa ver que al sureste de África el campo magnético se ha
reforzado», explica Nils Olsen, investigador de la Universidad Técnica de Dinamarca y especialista en geomagnetismo.
«Es asombroso que en un
periodo tan corto de tiempo hayamos podido ver ya claramente cambios en
el campo magnético de la Tierra, especialmente esa anomalía detectada
al sur de la India. Es algo que no habíamos visto antes», señalaRoger
Haagmans. «A corto plazo, se trata de un cambio significativo»,
añade.
EVOLUCIÓN
EN SEIS MESES. El mapa, elaborado con los primeros datos de los
satélites 'Swarm', muestra los cambios registrados en el campo
magnético de la Tierra en los últimos seis meses. La gama de azules
indica las áreas en las que el campo magnético se ha debilitado. En
blanco, las regiones en las que no detectaron variaciones. En amarillo,
rojo y fucsia se representan las regiones en las que el campo
magnético se ha reforzado. Se ha intensificado más al sureste de África
y al sur de la India.
¿Supone algún peligro para
la Tierra ese debilitamiento del campo magnético? «En el Atlántico
Sur, especialmente en América del Sur, el campo magnético es mínimo y
el impacto es mayor. Vemos cómo cuando los satélites viajan por esa
región hay mayor riesgo de que sufran una anomalía, por eso es
importante saber cómo evoluciona el campo magnético con el paso del
tiempo, saber si se mueve o si se intensifica. Porque los modelos que
tenemos tienen que actualizarse cada cierto tiempo», afirma Olsen.
Esa región del planeta en
la que el campo magnético es especialmente débil (su intensidad es la
mitad que en Europa) y, por tanto, la radiación solar es más fuerte, ha
sido bautizada como Anomalía del Atlántico Sur. La mayor parte de los
problemas técnicos que sufren los satélites, más del 90%, ocurren
cuando atraviesan esa zona.
El nanotesla (nT) es la
unidad utilizada por los científicos para medir la intensidad del campo
magnético. El máximo es 60.000 nanoteslas, que es la cifra registrada
en las zona del planeta en las que el escudo protector es más
robusto, como se aprecia en el mapa.
Inversión de los polos magnéticos
Muchos científicos creen que ese debilitamiento del campo magnético detectado en el último siglo podría ser un precursor de la inversión de los polos magnéticos
que, según sostienen, podría ocurrir pronto. Se trata de un proceso
natural que se ha producido varias veces a lo largo de los últimos 200
millones de años, aunque los sedimentos marinos muestran que no se
suceden de forma regular. La última reversión geomagnética ocurrió hace
780.000 años, aunque las inmediatamente anteriores de las que se tiene
constancia se produjeron hace 900.000 años y hace 1.060.000 años
respectivamente. Es decir, hubo tres inversiones de los polos
relativamente rápidas, entre las que transcurrieron menos de 200.000
años, y después ha habido un larguísimo periodo sin que volviera a
producirse: «La inversión de los polos magnéticos podría ocurrir en
cualquier momento», afirma Roger Haagmans, que aclara, no obstante, que
«no es un proceso que se detecte de un día para otro, necesitas
cientos o miles de años».
¿Y cómo pueden saber cuándo
se ha producido? La principal prueba está en los sedimentos minerales
que hay en lecho marino. Según explica la Agencia Espacial Europea, a
medida que se forma la corteza en las dorsales oceánicas, las
partículas de hierro disueltas en el magma volcánico que va emergiendo
desde el interior de la Tierra actúan como imán, alineándose con el
campo magnético que haya en ese momento. Cuando el material se enfría y
la roca se solidifica, esas partículas preservan la orientación que
tenían en ese momento, como si fueran una huella.
Los datos de Swarm servirán
para actualizar en 2015 el modelo IGRF (International Geomagnetic
Reference Field), creado en 1968 para describir cómo es el campo
magnético terrestre y sus variaciones a partir de los datos recabados
por satélites y observatorios terrestres de todo el mundo. Esta
descripción del campo magnético se actualiza cada cinco años y se
utiliza, entre otros usos, como referencia para los sistemas de
navegación.
A pesar de que los
científicos consideran que esa inversión de los polos magnéticos que
ocurre cada cientos de miles de años no tendrá consecuencias para la
Tierra, se cree que ciertas aves o especies como los tiburones usan el
campo magnético para orientarse y navegar. Según admite Roger
Haagmans, no saben si esa reversión de los polos magnéticos podría
llegar a afectarles de algún modo.
La misión
'Swarm' está integrada por tres satélites de observación terrestre
idénticos que recogen las señales mangéticas. Uno orbita a 530 km. de
altura y los otros dos a 460 km. ESA
Más vulnerables somos a los
efectos de las partículas emitidas por el Sol cuando traspasan esa
barrera protectora que representa el campo magnético. Las auroras son
la expresión más visible de la interacción entre el astro rey y la
Tierra, aunque sus efectos también pueden causar problemas. Como
recuerda Volker Liebig, director del programa de Observación de la
Tierra de la ESA, en ocasiones la radiación solar traspasa ese escudo
escudo protector y llega a la Tierra, con la capacidad de causar daños a
los sistemas eléctricos. Ya ocurrió en Canadá en 1989. Una fuerte
tormenta geomagnética provocó un apagón en la provincia de Quebec. La
aurora que se generó fue vista incluso en latitudes tan bajas como
Florida (EEUU) y Cuba.
A mediados del siglo XIX,
se registró la que se considera la tormenta geomagnética más grave que
ha ocurrido. Dejó fuera de servicio al sistema de telégrafos de todo
el mundo, que era el único modo de comunicación en aquella época.
«Canadá ha mejorado toda su
red, de modo que si hay un fallo en un lugar pueda aislarse y no
afecte a una zona muy amplia», afirma Roger Haagmans, que anima a los
países a «aprender de la experiencia canadiense» invirtiendo dinero
para reforzar sus sistemas e intentar prevenir así los efectos de una
tormenta magnética antes de que ocurra.
El pasado 8 de abril los
satélites Swarm registraron una tormenta geomagnética que
afortunadamente y, como ocurre en la mayor parte de las ocasiones, no
tuvo consecuencias negativas para la Tierra.
Con los datos de Swarm, los
científicos también han podido comprobar cómo el polo norte magnético
está desplazándose hacia el norte, hacia Siberia, por lo que creen
que en unos años coincidirá con el polo norte geográfico. «Sólo
sabemos que se mueve hacia el norte, como ha estado haciendo durante
los últimos cien años, pero más rápido. La media era de 10-20
kilómetros al año pero en 2013 se desplazó a una velocidad anual de
50-60 km.» afirma Olsen. «Curiosamente el polo sur magnético no se
desplaza tan rápido. No sabemos por qué. Lo que sí sabemos es que este
proceso tiene su origen en el interior de la Tierra, a 3.000
kilómetros de profundidad».
Las tormentas solares pueden afectar a los sistemas de comunicaciones ESA/NASA
El campo magnético terrestre sigue siendo un gran misterio, a pesar de que son muchos los científicos que a lo largo de la Historia han intentado entender qué es y cómo funciona.
En el siglo XIII, Petrus Peregrinus fue uno de los primeros en
investigarlo. En los siglos siguientes fueron importantes las
contribuciones de William Gilbert, Henry Gellibrand, Michael Faraday,
que sentó las bases físicas de este proceso, Carl Friedrich Gauss o
Joseph Larmor.
Los instrumentos de
medición colocados en diversos puntos del globo llevan décadas midiendo
el campo magnético y constatando los cambios que se producen, pero al
estar en tierra, los magnetómetros no eran capaces de detectar, por
ejemplo, la Anomalía del Atlántico Sur. Por ello, las misiones
espaciales han supuesto un gran avance en el estudio de este proceso.
La NASA envió la primera en 1979. Magsat, como fue bautizada, realizó
un mapa del campo magnético. Dinamarca, en 1999 y Alemania, en 2000,
hicieron otras dos misiones centradas en el magnetismo. También ese año
la Agencia Espacial Europea lanzó Cluster, cuyos resultados se
complementarán con los de Swarm.
«Queremos mejorar el
procesado de datos», dice Nils Olsen. Para lograrlo, los científicos
trabajan conjuntamente con los ingenieros que desarrollan el software y
los procesos necesarios para traducir las mediciones recabadas por
los satélites (datos brutos) en información útil, con la que realizan
estudios y elaboran sus mapas. De esa área se encarga María-José
Brazal, una de las asistentes al congreso de Copenhague. Física de
formación, trabaja para la empresa GMV y está involucrada en Swarm
desde su origen, en 2008. Desde el año pasado trabaja en Polonia y es
la jefa del grupo que ha hecho algunos de los procesadores de datos
operacionales. Se trata de un proceso complejo que se divide en varios
niveles. Según van pasando por ellos, los datos se van puliendo y
afinando más.
«Queremos conseguir
un buen modelo para del campo magnético para predecir cómo se va a
comportar el núcleo terrestre a largo plazo, predecir el futuro.
Lo cual no quiere decir que ya no vayamos a necesitar más datos.
Porque el modelo puede estar mal y puede ocurrir un fenómeno físico que
no esperabas. Siempre es necesario comprobar los datos cada cierto
tiempo», dice Haagmans. «Creo que con Swarm podemos hacer muchos
progresos para comprender estos rápidos y pequeños cambios que se están
produciendo. Pero no tendremos la respuesta definitiva».
TORMENTAS SOLARES
Las bellas auroras que de
vez en cuando pueden disfrutarse en cielos de las regiones cercanas a
los polos son la expresión más visible de la interacción entre el Sol y
la Tierra. La que se produce en el Hemisferio norte se llama aurora
boreal y la que se da en el Sur, aurora austral. Ambas se originan
cuando una eyección solar choca con la magnetósfera terrestre. Pero las
erupciones que se producen en la superficie del Sol provocan
llamaradas cuyas partículas pueden resultar peligrosas cuando traspasan
el campo magnético de la Tierra y generan las llamadas tormentas
magnéticas, que pueden afectar a los sistemas de telecomunicaciones y
de suministro eléctrico, como ocurrió en Quebec (Canadá) en 1989,
generando un gran apagón que afectó a seis millones de usuarios, y en
1859, cuando dejó fuera de servicio el sistema mundial de telégrafos.
No obstante, hasta ahora estos incidentes han sido muy poco frecuentes y
no suponen un riesgo para las personas. Como medida de precaución, en
ocasiones se han desviado rutas aéreas en regiones cercanas a los
polos. Los científicos de las agencias espaciales siguen de forma
permanente la actividad solar utilizando los datos recabados por
observatorios espaciales como SOHO.