CENA DE GALA
Muchas veces en mi vida y aunque yo no quería ir a grandes cenas de gala tuve que concurrir.
Hace muchos años no me lamenté de asistir a una de esas fiestas porque no me cansé de reir.
Cuando llegamos muy buena atención solícitos camareros y una gran recepción.
El salón, a todo lujo, pisos de parquet arañas de fino cristal y espejos en la pared.
Vino un joven para indicarnos nuestro lugar en la mesa, las sillas de suave raso, fina cristalería, y ni que hablar de los finísimos platos.
Nos sentamos y de pronto vi a una mujer delante mío yo diría más que gorda con un vestido tan apretado que yo me preguntaba ¿como se lo habrá colocado?
Esta corpulenta señora fué a sentarse en la pequeña silla pero la pobre le erró y se resbaló sintiéndose caer quiso aferrarse de algo y se agarró del manteeel !!!
Y ahí empezó el zafarrancho volaron tenedores, cuchillos y platos!!!
La fina cristalería se hizo... añicos, en pequeños pedacitos y desparramados por doquier los exquicitos bocaditos.
¿Como contener la risa? no se podía, ni yo ni nadie no reíamos de la señora, nooo sino de ese gran desastre.
Se movilizaron varios mozos para la mujer levantar con tantos kilos encima se necesitaban muuuchos más.
Cuando pudo levantarse, el vestido de la dama con estupor miramos que de la cintura a los pies se le había rajaaado. !!!
Bueno, ella avergonzada se retiró prontamente y el personal de servicio puso orden en el ambiente.
De esa cena accidentada
nunca me olvidé
porque de pasar a ser algo fastidioso de reir, no me cansé.
|