MIentras mis dedos bailan,
sobre la piel blanca de tus caderas,
adentrándose al triángulo magnífico
de tu hermosa desnudez,
flota en el aire a buen ritmo,
la orquesta de tango.
Tras bambalinas transpiramos juntos
y empapamos los gemidos ahogados en un beso sin fin.
En la pista que resuena en un dos por cuatro maravilloso,
nadie baila el tango como nosotros,
montando en pelo,
tomados por las crines del maravilloso orgasmo,
y las chispas blancas que se desprenden de cada nota,
muriendo en el piso de madera,
en tus ojos se ven renacer.