Hay días y días en que el corazón arde,
con dolor en el pecho y dagas que se clavan
como cuchillos negros, ardiente mi interior
derrama emociones, que se sobreponen al dolor,
entonces una brisa fresca, hace que mi piel
se haga terciopelo, y abrigue la templanza de
mi alma. El aire, envuelve mi piel, y tus manos
son abanicos que me van acariciando, como
mariposas que vuelan sobre la tersura y la
suavidad de mi piel.
Eternas sensaciones que mi mente guarda,
y como acto reflejo embriaga mi alma,
que se une a la tuya. Nos vamos, acercándonos
en la incertidumbre plena de un beso,
mientras tus manos, recorren la extensa cima
de placeres, que llenan mi pecho de sensaciones,
que estremecen mi alma Y nos escondemos
tras los horizontes de nuestros hombros,
refugiándonos en un abrazo, minutos que
se hacen eternidad en mi, tierno y esperado
abrazo, que suena entre susurros sordos,
de nuestro aliento junto al oído, jadeos
misteriosos, deseosos e impúdicos, que
son sonidos del alma y llegan tan dentro
de nuestro ser, que nos ahogamos en el deseo.
Por un momento, nos separamos y nos
miramos fijamente, nuestros ojos, se incrustan
en una mirada plena, que nos lleva a
reconocernos en el corazón, vemos nuestras
almas desnudas, son parte de un todo común,
de un ser y estar en un alma unida que se
complementa. Nuestros ojos se llenan de
cristal de sal, que asoman lubricando la
intensidad, de la firmeza de nuestra mirada;
roto el silencio por un te amo, nos volvemos
a unir en un abrazo, que nos llena de bienestar.
Somos uno y así nos vamos dando,
incrustándonos en nuestras pieles, juntando
nuestros flujos, que lubrican la unión que el deseo
enfunda, en nuestro más escondido rincón
de nuestro ser. Una lluvia empieza a caer,
la tormenta acelera nuestros corazones, haciendo
que el choque rompa en un trueno profundo,
nuestro vientre se convulsiona, en un seísmo
profundo de movimientos, que nos envuelven
y nos profanan, llevándonos a un terreno
resbaladizo que nos acoge, en el deseo
interminable de la pasión, que como un volcán
nos embarga el alma. Rotas las previsiones,
que nos hacen temblar nuestros seres, nos
aquietamos en la espera de un suspiro, que
anuncia una agonía que nos transmite nuestro
interior, el sosiego nos alcanza extremadamente,
la síntesis de nuestra unión, ha desembocado en
un letargo de bienestar. El silencio se aletarga,
nuestros cuerpos se relajan y bajo la oscuridad,
nos envolvemos bajo las sabanas, que anidan
calladamente, la culminación de nuestro amor.
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