Hija de la Solidaridad
Te
siento y me sientes;
anoche,
estabas triste.
Ancho
camino, valle estrecho;
lágrimas
llueven en las claras del día.
Mahfoud,
soñando a tu lado,
te
pidió lapiceros nuevos, viejos o usados.
Tú al
contármelo, necesitabas un minuto de silencio,
que
compartí contigo exhalando tus deseos.
¡Que
estudie tu hijo! ¡Yo no puedo!
¡Que
estudie por mi, todas las horas del día!,
exclamó
a tus ojos el príncipe de la arena.
Recibió
tu abrazo y lo multiplicará por cientos;
ya te
has marchado, pero volverás morena,
con tu
blanca túnica al desierto.
Muchas
coincidencias en nuestras almas
curtidas
en la desgracia, permanecen perdidas
o en
el oasis de dunas, mares y tormentas.
¡Alma
mía, mía de mi alma!,
no
sufras, él te quiere, tú lo sabes.
José Salguero Duarte
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