Envuélveme... No temas.
Ante tu fuego vivo
mi carne se deslumbra,
y surge castamente
entre el temblor rosado
de mi liviano traje
para poder ser tuya.
¿No aspiras en el aire
una fragancia débil
que enerva y que conturba?
¿No sientes que tu aliento
se prende como un velo
de sombra en mi cintura?...
Ya ves que hasta mis ojos
en esta noche tienen
fulguración ardiente,
y en tus rodillas firmes
mis manos se desgranan
como rosas maduras.
Y al enredar tus dedos
en mis cabellos rubios
siento extraña frescura,
mientras caen tus besos
en mi boca sedienta
con la humedad fragante
que se raja una fruta.
Aspírame despacio....
Iniciaré mi entrega
sobre tu carne ardiente,
y me alzaré del fuego
santificada y bella
como se alza del mármol
una estatua desnuda.