Su cuerpo resonaba en el espejo
vertebrado en imágenes distantes:
uno y múltiple, espeso, de reflejo
reverso ahora de inmediato antes.
Entraba de anterior huida al dejo
de sí mismo, en retornos palpitantes,
retenido, disperso, al entrecejo
de dos voces, dos ojos, dos instantes.
Toda su ausencia estaba -en su presencia-
dilatada hasta el próximo asidero
del comienzo inminente de otra ausencia:
rumbo intacto de espacio sin sendero
al inmóvil azar de su querencia
¡estatua de su cuerpo venidero!