Con flores y frutos escribimos sinfonías de sabores,
primaveras con esencias de piel,
parafernalias firmadas con fuego en los pinceles,
manjares que llegaron y se fueron
sin necesidad de equipajes.
Me llamó lirio cuando mi bulbo desnudo
lo ayudó a sobrevivir al invierno
y mi tallo emergió del suelo entre raíces adventicias
que le enredaron las piernas.
Me llamó lirio azul, porque inundaba sus noches
con fragancias de deseos irreverentes
y en verano le abría mis pétalos maduros
en franca y natural exposición.
Me probó cual fruta mediterránea
dulce y jugosa, recolectada en su viña,
conservada en licor y alcohol de cerezas
extraídas de mis delirantes trances.
Fui su cuerpo con sabor a mermelada,
compañía que sació el hambre de caricias,
postre montado para ser degustado
por su exigente y delicado paladar.
Yo su flor comestible, él mi alimento perfumado.
Dejamos sin manteles la mesa, servimos el banquete en la cama...