Aunque nunca mi cariño tenga el premio de tus besos, aunque nunca mis palabras tú las sientas en mi pecho, yo igual he de quererte sin palabras y en silencio, porque te llevo en el alma como si fueras un sueño, como si todo lo tuyo se adormeciera en mi pecho. Benditas las horas que me traen tus recuerdos, cuando a solas, en mi cuarto, sin mirarte, yo te veo en ese viajero inconsolable, que se llama pensamiento, que te sigue a todas partes para cubrirte de besos, porque tú me has enseñado a quererte desde lejos, con el alma y con el cuerpo.
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