¿Qué son y como actúan los mecanismos de defensa?
Los mecanismos de defensa son inconscientes (procesos automáticos o puestos en marcha sin conciencia) y tienen el cometido de enfrentarnos con una relidad que percibimos como amenazante. La buena noticia es que nos pueden proteger de las agresiones externas, pero la mala nueva es que, pueden afectar a la visión que tenemos de la realidad. Por ello, es preciso tener mucho cuidado y analizar por qué aparecen.
Para cada acción, existe una reacción. Esto es completamente cierto. En el caso de los mecanismos de defensa, se sabe que la persona trata de protegerse de una agresión o una amenaza a su vida, a sus creencias o a sus sentimientos. Es un proceso que aparece por la percepción de lo que ocurre y que al mismo tiempo puede modificar esta percepción, distorsionándola o enmascarándola. Pueden “dispararse” sin que nos demos cuenta o lo decidamos, obviamente no avisan. Si bien es cierto que se pueden analizar y reconocer, es probable que eso ocurra cuando ya sea demasiado tarde porque actuan de manera muy sutil, como los ladrones más hábiles o los manipuladores emocionales más expertos. Existen diferentes tipos y suelen relacionarse o complementarse entre sí.
Los mecanismos de defensa pueden aparecer con la angustia; una angustia de la que no tenemos por qué saber la causa. La mente querrá sobrevivir a ella y hará lo posible por eliminar el peligro, sin importar las consecuencias. También pueden aparecer ligada al estrés, cuando nos superan las presiones.
Los mecanismos de defensa no siempre se encienden igual en todas las personas, podría decirse que están hechos a medida, aunque es verdad que se conocen algunos patrones similares. Algunos especialistas indican que esta manera de defenderse puede estar motivada o enseñada por los padres (también sin ser conscientes de ello) pero que la vida y la experiencia nos va dando herramientas para moldearla a nuestra manera.
Algo que es importante destacar de estos mecanismos para defendernos es que suelen influir tanto en nuestras decisiones como en la forma que nos relacionamos con los demás. A veces, nuestros patrones de conducta lo único que logran es alejarnos de las personas que más queremos. A medida que van pasando los años, es más difícil el desarraigo de un hábito, sobre todo aquél que es inconsciente, porque no es tan sencillo detectarlo justo antes de que lo pongamos en marcha.
Entre los mecanismos de defensa más frecuentes, podemos detallar la identificación, que es una forma de asumir características de los demás como si fueran propias. Por ejemplo, la forma de hablar, de vestirse, de comer o de pensar.
El aislamiento es otro de los más comunes y lleva a la soledad y la depresión. Pero atención, que no sólo se trata de aislarse como persona, sino también en lo que se refiere a los sentimientos, experiencias o pensamientos. Surge ante ofensas o frustraciones.
La represión es también un mecanismo de defensa. Mediante el esfuerzo permanente se anula el deseo y se actúa como si este nunca haya sido verdadero. Suele ocurrir cuando aparecen en la mente recuerdos traumáticos o tormentosos o bien cuando la persona busca evitar acciones peligrosas y representan, en todos los casos, un gran gasto de energía tanto emocional como mental. De la mano de esta reacción va la formación reactiva, la cuál hace que el ser humano actúe de forma opuesta a lo que desea, haciendo un gran esfuerzo para evitar que sus verdaderos gustos se conozcan. Puede llegar a esconder en una conducta ejemplar a una personalidad moralmente inaceptable o agresiva.
La negación es de las más habituales y fáciles de reconocer. Se trata de esa coraza, caparazón o armadura que las personas se colocan a su alrededor para evitar que nada o nadie ingrese, al igual que hacen los soldados o los luchadores. Pero este es un arma de doble filo, ya que repele las realidades, las ignora o las desconoce, mayormente para no sufrir. Sin embargo, el sentimiento de tristeza no se elimina al 100%. En el lado opuesto de ella aparece la Introyección, donde sólo se asimilan las ideas, pensamientos y sentimientos de los demás, no los propios. Si alguien nos decepciona o nos lastima, asumimos la culpa o la responsabilidad por causa de nuestros defectos.
Si bien puede ser difícil eliminar estos mecanismos de defensa, es importante saber que existen. Y en lo posible, buscar la razón por la cuál aparecen en determinado momento.
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