Alabado sea
Jesucristo…
Ya lo dice San Alfonso María de Ligorio: "El que
reza se salva, y el que no reza se condena". Esta es una gran verdad y el
motivo principal de rezar es para salvarnos, para ir al Cielo y evitar el
Infierno, porque si nos condenamos lo perdemos todo y para siempre.
Dios tiene muchas gracias preparadas para nosotros, pero
no nos las dará si no se las pedimos a través de la oración. La vida del hombre
sobre la tierra es una prueba. Y para salir victoriosos de esta prueba, es
necesaria la ayuda de Dios, ya que sin ella somos fáciles presas del Maligno.
Pues bien, la ayuda de Dios hay que pedirla a Dios por medio de la oración.
Dios nos ha creado para el Cielo, pero "quien te
creó sin ti, no te salvará sin ti", dicen los santos. Y así como Dios,
para crearnos, no nos pidió permiso ni nuestra opinión; sí en cambio quiere
nuestro consentimiento libre para llevarnos al Paraíso.
El que no desea el Cielo no lo alcanzará, porque no
pondrá los medios necesarios para alcanzarlo, y entre estos medios el principal
es la oración.
¡Buenos días!
La sonrisa
Hoy te ofrezco un
conjunto de buenas razones para cultivar con perseverancia el hábito de la sonrisa
en tu rostro, avalada por un corazón sinceramente anclado en la alegría y gozo
del espíritu. Es en verdad un tema para que lo reflexiones con detenimiento.
“La alegría es el perfume de Dios percibido por el alma”, escribió un pensador
con perfil de poeta.
La sonrisa es el más saludable masaje de
belleza para el rostro; el pasaporte al reino de los Cielos; el ropaje más
lindo del alma; el mejor antídoto contra las preocupaciones; la canción de los
Ángeles; la seriedad arrepentida;
la oración de los
sabios; la contraseña entre los amigos; la puerta de la cooperación entre
conocidos y desconocidos; alienta la buena voluntad en los negocios; acorta el
tiempo de la angustia; crea la felicidad en la pareja y en el hogar; una clara
manifestación de salud mental, emocional y espiritual; descanso para los
fatigados; calor para los tristes; luz para los decepcionados; es como el sol:
ilumina, calienta y se irradia.
Un autor
espiritual dice: “Si sucede alguna vez que no te dan la sonrisa esperada, sé
generoso y da la tuya. Porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa, como
aquel que no sabe sonreír a los demás”. Pide al Espíritu Santo el don de la
alegría cada día y, si no te sientes alegre, empieza a sonreír y una fresca alegría
surgirá de tu alma.
Enviado por el P. Natalio