Alabado sea
Jesucristo…
No es necesario ayudar haciendo grandes cosas. Ni
siquiera debe tomarme mucho tiempo dedicar a alguien. La ayuda más apreciada es
aquella que se da en las más pequeñas cosas de la vida. Puede ser una simple
mirada cuando saludas con un sincero "buenos días"; puede ser ayudar
a cargar algo o simplemente preguntar con verdadero interés "¿cómo estás
hoy?".
Las pequeñas cosas de la vida son las más grandes y las
más permanentes. No podríamos saber si una mano en el hombro de esa persona
triste -aún sin decir palabra alguna- puede reconfortar a alguien mucho más que
si dijésemos un gran discurso.
Tenemos que enfocarnos en los pequeños grandes detalles
de la vida para ayudar a los demás a sentirse más felices. A nosotros no nos va
a costar demasiado… y para ellos será como recibir un inmenso tesoro de
amistad.
¡Buenos días!
Tú conoces mis límites
La lepra es una
imagen del desastre que produce el pecado en el interior del hombre. A los
leprosos se los aislaba porque eran contagiosos. A los pecadores no los
podríamos aislar, porque todos somos pecadores. “Si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”,
enseña san Juan (1Jn 1,8).
Padre, tú conoces mi corazón y conoces las
heridas de mi historia. Tú conoces todo lo que he querido hacer y no he hecho.
Conoces también lo que hice o me hicieron lastimándome. Tú conoces mis
limitaciones, errores y mi pecado. Conoces los traumas y complejos de mi vida.
Hoy, Padre, te pido que por el amor que le tienes a tu Hijo Jesucristo,
derrames tu Santo Espíritu sobre mí, para que el calor de tu amor sanador,
penetre en lo más íntimo de mi corazón. Amén.
La realidad del
pecado es inseparable de la experiencia humana. Pero, por otra parte, la
realidad del perdón es inseparable de Dios. Por eso, no hay ninguna situación
de pecado que no se pueda cambiar y que no nos permita reencontrar la paz.
Nunca Dios le quita al hombre la posibilidad de ser feliz. (AC). Aprovecha el
amor sanador del Padre.
Enviado por el P. Natalio
Sagrado
Corazón de Jesús. Mil gracias por concederme un día más para adorarte y
servirte. Hagamos como decía San Agustín: Señor a tí sólo busco, a tí
sólo amo y tuyo quiero ser. Mi único deseo es conocerte y amarte. (Sol
1,1). La mies es mucha y pocos son los obreros para recogerla. El Señor
dijo: Vengan a mí los que están cansados y agobiados, que yo los
consolaré (Mt 11.28). Es la palabra de Dios. Alabado sea Jesuscristo.
Amén. Yo dibulgo cada día Pequeñas Semillitas, con el vehemente deseo de
que se propague la Fe, en el Sagrado Corazón de Jesús y suplico a todos
los creyentes y no creyentes , que pidan al Señor Jesuscristo en
oración, que no haya más guerras ni hambre en el mundo, ni atentados
terroristas, ni políticos de guante blanco y reine la Paz, así cómo el
amor, en todos los rincones del Orbe. Así sea. Detente, el Sagrado
Corazón de Jesús, está conmigo. Casimiro López