Viviendo en otros mundos del Sistema Solar: Marte
Imaginando la presencia humana en el planeta rojo.
Seguimos nuestro viaje en busca de un nuevo hogar, una nueva vida lejos de nuestro planeta natal. Después de visitar Mercurio, Venus y La Luna,
probaremos suerte con el que posiblemente es el más conocido, el más
explorado, el más familiar y allí donde más hemos proyectado nuestros
sueños y fantasías de todos los mundos del Sistema Solar. El planeta
rojo nos espera. Es hora de aterrizar en sus rojas llanuras.
Como siempre lo
primero es instalar una base, un lugar aislado del exterior donde
podamos llevar una vida lo más normal posible. En que lugar sería más
adecuado hacerlo? Como la Tierra, Marte tiene estaciones
debido a la inclinación de su eje su eje, pero también tiene un efecto
estacional secundario debido a su órbita, más elíptica que la terrestre.
El hemisferio Sur afronta el Invierno coincidiendo con el momento de
máxima distancia al Sol cuando el planeta está más alejado de el,
lo que resulta en diferencias de temperatura más extrema que en el
hemisferio Norte, con Inviernos mucho más fríos y Veranos también más
calurosos. Aunque esto último es tentador, lo primero no lo es tanto,
especialmente porque su duración sería superior al de su equivalente
Septentrional, ya que cuando más lejos del Sol más lentamente un planeta se desplaza en su órbita.
El hemisferio
Norte, con siete meses de primavera, seis meses de verano, un poco más
de cinco meses de Otoño y sólo unos cuatro meses de invierno (Un año en Marte
es de unos 1,88 años terrestres, y un día dura un poco más de 24 horas)
parece, dentro del rigor de un mundo tan árido y frío, ofrecer un
escenario algo mejor. Una base en latitudes medias parece la opción más
razonable, aunque de tanto en tanto tendríamos que hacer una incursión
en latitudes polares para extraer el preciado hielo de agua, que como en
La Luna o Mercurio, nos ofrecería recursos suficientes para no depender de nadie.
Salgamos a dar un paseo. Aunque Marte tiene atmósfera, es tenue si la comparamos con la de La Tierra,
y compuesta casi totalmente de Co2, por lo que necesitaremos un traje
espacial listo para protegernos del entorno, infinitamente más acogedor
que el terrorífico Venus que dejamos atrás, pero igualmente
hostil y capaz de matarnos en segundos de quedar expuestos a el.
Igualmente las diferencias de temperatura entre día y noche, y entre
invierno y Verano, son extremas, aunque lejos de la brutalidad de lo
vivido en Mercurio y La Luna, ya que aunque de forma
limitada su atmósfera parece capaz de captar y repartir el calor de
forma más uniforme, amortiguando las diferencias. Así y todo pueden ir
desde los -126 Cº cerca de los Polos hasta unos extraodinarios y cálidos
+20 Cº en el ecuador, y pueden cambiar drásticamente en una sola
semana.
Estas grandes
variaciones de temperatura a menudo son el detonante de poderosas
tormentas de polvo, que en ocasiones pueden ser globales y cubrir todo
el planeta. Aunque probablemente no nos harían daño físicamente el polvo
podría resultar una amenza para la electrónica de nuestro vehículo, así
como para la producción de energía de nuestra base si decidimos vivir
mediante paneles solares. Por otro lado, a pesar de tener solo un 1 por
ciento de la densidad de la terrestre, la atmósfera marciana es
suficiente como para vaporizar meteoritos de cierto tamaño, por lo que, a
diferencia de lo que nos ocurría en La Luna y Mercurio,
realmente no existiría peligro real de sufrir un impacto cercano o
directo con cualquier pequeña mota de materia interplanetaría que se
precipitara contra la superficie. Los de mayor tamaño si la alcanza,
pero estadísticamente sería una casualidad extraodinaria (y letal) que
nos tocara uno de ellos. Tampoco la actividad volcánica y tectónica
sería una amenza. Ciertamente hay volcanes en Marte, algunos
colosales, pero no hay indicios de que hayan estado activos en tiempos
geológicos recientes. Solo la radiación podría ser un problema, ya que
no existe un campo magnético global, pero es manejable con el equipo
adecuado
El parte
meteorológico, dejando de lado las tormentas de polvo y aocasionales
Dust Devil, tornados tan espectaculares como inofensivos para nosotros
por la baja densindad de aire, no tendría muchas novedades.
Observaríamos tenues nube cruzando el cielo y alguna helada matutina que
podría cubrir la escena de tonos blancos, como observaron las Vikings.
Pero no encontraríamos ninguna nube de tormenta, y aún menos lluvia,
aunque la Phoenix descubrió que si pueden ocurrir nevadas esporádicas,
aunque eso parece limitarse a los polos.
Con estos cielos despejados y este aire tenue, la noche de Marte nos
resulta maravillosa, llena de estrellas, mientras observamos el baile de
sus 2 pequeñas lunas, Fobos y Deimos.
Aunque no sea como nuestra enorme luna tiene su propio encanto,
especialmente la primera, a la que, mientras avanzamos, la vemos salir y
ponerse hasta 3 veces el mismo día. Es hermoso, pero al mismo tiempo
aterrador, pués nos recuerda lo cerca que está del planeta y que no deja
de ser un cuerpo condenado, destinado a precipitarse contra en algunas
decenos de millones de años. Pero bueno, eso, como se suele decir, nos
queda muy lejos.
El cielo diurno
nos cubre con un manto de tonos anaranjados, algo que no tiene nada que
ver con la densidad o composición, y si con el eterno polvo en
suspensión que, en mayor o menor medida, siempre está presente, y que
lentamente, casi sin darnos cuenta, está también "colorenado" nuestros
trajes. Marte es la pesadilla de los obsesionados con la
limpieza. Y al llegar el ocaso posiblemente tendremos un poco de
nostalgia, ya que resultan extrañamente similares a La Tierra, aunque en este caso con los colores invertidos, con el Sol
rodeado de un halo azul. Hermoso, extraño y al mismo tiempo con la
sensación de haberlo visto antes. Así es este planeta, diferente pero al
mismo tiempo parecido a nuestro antiguo hogar. Nos es extraño que
tantos quisieran ver en el señales de vida y hasta de antiguas
civilizaciones. Hasta a nosotros nos resulta complicado no tener la
sensación de que alguien nos está observando.
Marte
tiene la misma extensión que todas las tierras emergidas terrestres, por
lo que visitarlo en su totalidad en un tiempo razonable se nos antoja
imposible. Pero existen lugares que merecen nuestro esfuerzo: El Olympus
Mons,
el volcán más alto del sistema solar que se eleva 25 kilómetros por
encima de sus llanuras circundantes, y desde cuya cima es imposible ver
la base al esconderse esta detrás del horizonte, el Valles Marineris, un
gigantesco sistema de valles que se extiende alrededor de 4.000
Kilómetros, el equivalente entre Los Ángeles a Nueva York,
y los casquetes polares, que con sus inumerables capas son un resgistro
climático del planeta y en donde, si nos acercamos a medida que llega
el Verano, quizás podremos ver grandes geísers de gas carbónico
rompiendo la superficie helada, son 3 visitas obligadas. Y con una
gravedad 1/3 de la terrestre nos sería sencillo avanzar. Nos sentimos
más pesados que en La Luna, pero al mismo tiempo es más manejable y
sencillo moverse. Seguimos siendo seres de 1G a pesar de todo
Y hacer un poco
de historia tambien nos resultaría tentados. Al fin y al cabo esta lleno
de los restos de antiguos exploradores robóticos, ahora ya sumergidos
en un sueño eterno, como las Vikings, la Pathfinder, el pequeño rover
Soujourne o el mayor Spirit. También queremos visitar a Opportunity,
pero parece que sigue funcionando y desplazándose. Casi estamos
tentados en acercarnos a pesar de todo y limpiarle los paneles solares,
un pequeño "empujón" para que siga haciendo historia. Pero mejor que no
le molestemos mientras sigue construyendo su propia leyenda. Buena
suerte y hasta la vista, amigo.
Marte es sin duda
un buen lugar para vivir. Sigue siendo hostil a la vida tal y como la
conocemos, seguiríamos dependiendo de trajes y sistemas de soporte
vital, pero no tiene la desolación de La Luna o Mercurio, ni es el infierno planetario de Venus.
Las señales de antiguos valles fluviales, las tenues nubes, el cambio
de estación, los azulados ocasos, las brumas y heladas matinales e
incluso las grandes tormentas de polvo, semejantes a las de los
desiertos terrestres, nos ofrecen un escenario que, aunque sigue siendo
desértico, sigue en cierta forma siendo dinámico y en algunos puntos
hasta casi terrestre. No es extraño que sea el objetivo prioritario en
una futura colonización humana fuera de La Tierra.
Pero es hora de
irnos, marcando al planeta rojo como un candidanto posible para el
futuro. Pero antes queremos conocer muchos otros lugares. Seguimos
alejándonos del Sol. La semana que viene llegaremos al reino de los
pequeños mundos entre Marte y Júpiter, el cinturón de asteroides, y pondremos a prueba a uno de ellos.
Nota:
Se inserta este informe con el solo y único fin de crecer en
conocimientos de nuestro Sistema Solar; sobre en que planeta se podría
crear una colonia humana para vivir allí, por si algún día, por
cualquier causa, tuvieramos que abandona nuestro planeta azul y emigrar a
l para continuar viviendo, nuestra raza humana, esto será en una
supuesta emergancia. Casimiro lópez
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