De una inscripción en la arena,
abandonada al viento:
...te convoco y te condeno
a que no puedas cerrar los ojos sin verme,
abrir los labios sin llamarme,
saciar la sed sin sentir en tu boca la mía,
tocar tu cuerpo sin creer que me acaricias,
doblar una esquina sin la esperanza
de hallarme,
alzar el teléfono sin oir
en mi voz tu nombre,
abrir un libro sin leer estas palabras,
porque el único amor que
me hace falta es el tuyo,
y lo necesito de esta manera
desmesurada en que yo,
sediento del abismo de tu carne,
te conjuro y te convoco para que
ardas en el deseo de la mía,
que no puedas despertar sin
sentir la urgencia de encontrarme,
ni caminar si no es para buscarme,
ni desnudarte sin esperar que
mis dedos rocen tus pezones,
ni recostarte sin desear sobre
el tuyo el peso de mi cuerpo,
ni abrir la boca sin probar
el espesor de mi saliva,
ni vestirte de sombras y de luces
sin tener la urgencia de que te penetre,
ni dormir si no has gritado una vez mi nombre.
que no haya en tu memoria mas
recuerdo que mis caricias,
ni en tu esperanza otro refugio que mis brazos,
ni en tus manos otro tacto que mi rostro,
ni en tus oidos otra huella que mi voz,
ni en tus ojos otra sombra que mi éxtasis,
ni en tu olfato otro perfume que mi sexo,
ni en tu lengua mas sabor que el de mi piel.