Siéntate en silencio y observa cuanto hay allí para ser
escuchado. Escucha a la gente, lo que realmente están
diciendo. Escucha hasta la última nota de cada canción.
Escucha tu voz interna, esa que solo escuchas cuando
la confusión de cada día disminuye. Oye el susurro de las
hojas, el llamado de las ranas, el crujido de la
madera ardiendo en tu chimenea. Escucha con tu
corazón y siempre escucha aquello que nunca es hablado.
A/D