En la capital del Chocó, al oeste de Colombia, muchos miraban la ceremonia de La Habana con escepticismo. No criticaban el esfuerzo del gobierno por cerrar un proceso de paz ni despreciaban el compromiso de los jefes guerrilleros de entregar las armas en un periodo máximo de seis meses bajo la dirección de la ONU. Pero en el departamento, decían, la película es otra. "Aquí hay varios grupos armados y solo se va uno. O dice que se va porque una cosa es lo que se dicen en Cuba los jefes de ellos y otra la realidad de acá", comenta un comerciante de Quibdó.
Vive de vender productos a las lanchas de pasajeros que surcan el río Atrato camino de las minas de oro ilegales. Antes era el Frente 34 de las FARC el que controlaba lo que se movía en esas aguas. Ahora lo hacen los del ELN, el Clan del Golfo y bandas de delincuentes que asaltan las embarcaciones mientras las canoas de la Armada Nacional permanecen amarradas. "Unos guerrilleros puede que se desmovilicen, pero otros seguirán en lo mismo o se van con los del ELN o las bacrim (bandas criminales)", añade.
"Paz es lo que queremos, pero con esa firma de hoy (por ayer) no llega", afirma un empresario que también prefiere omitir su nombre por seguridad. "En Quibdó todos estamos vacunados (impuesto extorsivo) por las FARC y los otros grupos. Aquí no podemos contar con las autoridades, toca pagar para que lo dejen a uno trabajar".
La realidad de regiones azotadas por las guerrillas y las bandas mafiosas, en donde el narcotráfico y la explotación ilícita de oro constituyen una parte sustantiva de sus menguados ingresos, contrasta con la euforia que se respiraba ayer en el Centro de Convenciones de La Habana y en amplios sectores de Colombia.
En el recinto cubano, con asistencia de los Presidentes de Colombia, Cuba, Méjico, Chile, El Salvador y Venezuela, así como el Secretario General de la ONU, los negociadores de las FARC y el gobierno colombiano, entre otros, los delegados de de Cuba y Noruega informaron sobre el camino que seguirán las FARC y el gobierno para que desaparezca la banda terrorista.
La tropa -unos 6.400 guerrilleros- se concentrará en 22 "zonas veredales", es decir, en áreas donde existen poblaciones, y en ocho campamentos. Serán estancias transitorias, destinadas a preparar a los subversivos para su paso a la vida civil. La autoridad la ejercerán equipos de la ONU, integrados por nativos de países de la CELAC (Latinoamérica y el Caribe), responsables de supervisar que se cumplen las normas pactadas entre las partes.
En cuanto a la entrega de armas, se hará en tres etapas en un periodo máximo de seis meses, a contar en el momento en que la ONU inicie el mecanismo para recogerlas. El destino final será la elaboración de tres monumentos.
"Es posible alcanzar la paz con dignidad para todos los involucrados", dijo Ban Ki-Moon en un breve discurso en el que alabó el esfuerzo por buscar la salida negociada.
"Hoy hemos puesto un punto final al conflicto armado con las FARC. Lograr este acuerdo nos llena de fe y esperanza", declaró Juan Manuel Santos. "Esto significa el fin de las FARC como grupo armado". "Hoy es un día histórico" para Colombia, añadió.
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"Que este sea el último día de la guerra", propuso alias "Timochenko", máximo jefe de las FARC, cuando le tocó el turno. Pero no manifestó ningún arrepentimiento, justificó la "vía revolucionaria armada para la búsqueda del poder" y echó la culpa a sucesivos gobiernos y algunos sectores sociales de la perpetuación de la confrontación armada. "No es la capitulación de la insurgencia, como querían algunos obtusos. Ni las FARC ni el Estado son fuerzas vencidas, no es una imposición de una parte a la otra", aseveró.
Precisamente el hashtag "El último día de la guerra", escrito por un mando subversivo y adoptado por los internautas favorables al proceso de paz como su mascarón de proa, circularon todo el día por las redes sociales. En las catedrales se celebraron actos religiosos al mediodía, con asistencia de las autoridades locales, para ensalzar el acuerdo y apelar a la necesidad de perdonar y reconciliarse.
Lo mismo ocurría en algunas plazas mientras analistas y expertos de distinta índole se multiplicaban en los medios de comunicación para pronosticar las bondades para la economía y el progreso que acarrea el cese bilateral del fuego.
"Este hecho parte de la historia de Colombia en dos"; "Va a impactar la percepción de las agencias calificadoras de riesgos internacionales"; "Se invertirá menos en Defensa y más en Educación"; "Es una victoria para las Fuerzas Militares" y un largo etcétera de mensajes cargados de optimismo.
Los acuerdos quedaron integrados en el bloque constitucional por lo que solo podrán modificarlos una Asamblea Constituyente o una abrumadora mayoría parlamentaria.
El Centro Democrático, único partido opuesto al proceso de paz que ha dirigido Juan Manuel Santos, estudiaban el acuerdo para ofrecer su posición crítica. Si no hay ningún tropiezo serio, antes de finalizar el año o a principios del 2017, las FARC habrán desaparecido como banda terrorista.