EL FLORERO DIVINO
El corazón es el florero de amor con que vamos a la
fuente de la vida, esparciendo el bien y recibiéndolo,
dando de nosotros mismos y aprovechando el
concurso de los que nos cercan.
Atiende a las sugerencias de la bondad y avanza siempre.
Nunca digas – estoy fatigado.
No exclames – no puedo.
No afirmes – es imposible.
No pienses – nada soy.
No clames – soy débil.
No asseveres – nada tengo.
Ayuda sin descansar, porque, en el cántaro de la fraternidad
los recursos del Señor se multiplican, en dulce
milagro de luz para la glorificación de la vida.
Sigue, pues, adelante, con el florero de tu alma
inclinado al Eterno Bien y la Gracia del Alto se
encargará de proveerlo a fin de que tu cooperación se
dilate al Infinito Divino en la solución de la
infinita necesidad humana.
A/D