EL RÍO Y EL ARROYO
Naciendo uno de ella al par El otro en remoto suelo, Un río y un arroyuelo Llegaban juntos al mar.
En ancho cauce y profundo Turbio corría el primero; Estrecho, claro y somero Deslizábase el segundo.
Huyendo la muchedumbre Y de un niño en compañía, Un hombre a dar acudía Su paseo de costumbre.
Este rato de solaz Aprovechóle en correr, Hizo gana de beber Y beber quiso el rapaz.
Díjole el padre: «No ves Que estás en sudor bañado? Reposa un tanto a mi lado Para que bebas después».
El muchacho obedeció, Que era de condición buena, Y sentándose en la arena A refrescarse esperó.
Como está impaciente, muda Una y otra vez de asiento, Mas parándose un momento, Formal expone una duda:
«Por qué será, padre mío, Esto que siempre reparo?: ¿Cómo está el arroyo claro Y no lo está nunca el río?.»
«Hijo, allí cerca del mar Nace puro el arroyuelo, Y nada encuentra en el suelo Con que se pueda enturbiar;
Si hallare casualmente Tierra que enturbiarle deba, Nunca a los mares la lleva Su escasa y débil corriente.
Viene de lejanas tierras Este río caudaloso Y por terreno fangoso Y por montes y por sierras.
Y pasa por las ciudades Cuya inmundicia, hijo mío, Enturbia el agua del río Como el alma sus maldades.
Y más la orilla dilata Y cada vez más potente, Su irresistible corriente Todo al pasar lo arrebata.
Enturbiado éste y profundo, Claro y no profundo aquél, Nos presenta un cuadro fiel De lo que pasa en el mundo:
El que apacible y serena Busca sencilla la vida, ¿Habrá cosa que le impida Hallarla dichosa y buena?
Mas sintiendo la inquietud De alguna grande pasión Peligra en el corazón La ventura y la virtud.
No olvides nunca, hijo mío, Que es difícil, te lo juro, Ser como el arroyo puro Y ser grande como el río.» |