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General: Tino Casal,
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De: Jeroa (Mensaje original) |
Enviado: 21/09/2016 19:20 |
Tino Casal, un alienígena «glam»
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Se cumplen 25 años del fallecimiento del artista en accidente de tráfico: una reedición de sus éxitos y varios homenajes en su tierra natal celebran la vida y la obra de un creador único
Sin embargo, pese a su incipiente éxito musical, Tino Casal se sentía libre pintando. Compartía noches febriles (y abstemias, dicen) con Antonio Villa-Toro, dando brochazos de manera impulsiva y delirante. Nunca daba por terminada una obra propia, y sin embargo, cuando Macnamara le mostraba una de las suyas, Casal le decía: «Esto no está acabado. Le falta esto y esto». Y entonces firmaban el cuadro a medias. Con los suyos era diferente: siempre se sentía insatisfecho y sus amigos tenían que escondérselos para que los olvidase. Destruyó muchas obras por su alta exigencia. Con el grupo Caos fundó una galería, Tate-Tate, que dicen que nunca vendió un cuadro. Eso sí, se lo pasaron teta. Su creatividad plástica incluía pintar las paredes de casa, intervenir en el baño o la cocina y una profusión decorativa que jugaba con el ocultismo y lo siniestro. En el documental «Gran Casal. Me como el mundo» hay un momento impagable cuando una vecina o la casera confiesa que Casal «le parecía buen chico hasta que entré y vi los esqueletos que colgó en el baño».
Su carrera prosigue con «Etiqueta Negra» junto a Javier Losada. Se implica hasta el mínimo detalle en la grabación de sus discos igual que en su estética, ya definida la barba romántica, pendientes de corsario, «animal print» y un centenar de complementos. En ese momento, está en todo lo alto y no piensa pararse, ni siquiera cuando sufre un esguince desde su tacón de 15 centímetros. Casal sigue dando conciertos durante meses con antiinflamatorios y analgésicos. Aprieta más los cordones de las botas para que sujeten la maltrecha articulación hasta que no aguanta más. Crucificado por su pedestal de charol. Hay riesgo de necrosis y, por ello, en dos años deberá someterse a cinco operaciones y sufrir una condena: no hay nada peor para un artista glam que una silla de ruedas (y eso que llegará a actuar sentado en un trono muy señorial) y los miedos se disparan: ruega por no morir postrado en una cama. Sin embargo, los peores augurios no se cumplieron y en 1987 publicó «Lágrimas de cocodrilo», con su mayor éxito: «Eloise» vendió millones y desafió a Mecano mientras Casal aprendía a convertir al bastón en el complemento justo para un licántropo a plena luz del día, fuera de contexto. La sensación de impostura crece. Antes de morir, presenció el derrumbe del mundo de fantasía y libertad del que obtuvo su energía. Las Costus enfermaron y murieron de complicaciones consecuencia del sida, el espíritu se había convertido en fachada y las contrapartidas de las drogas se hacían evidentes. Fue testigo de la pérdida de la inocencia y él mismo padeció el desencanto. Le costaba componer, huía de la escritura de canciones, las secuelas físicas eran pertinaces y más aún la baja moral y la resaca del final de la década. España se acerca a esos años de cartón piedra y «yupies» de los 90. Casal vivió unos tiempos oscuros marcados por el desencanto de una ética y una estética. Se encontraba solo y no se veía envejeciendo porque su personaje no lo habría permitido. Y el personaje cantante había tomado el control engullendo incluso a la otra mitad de su ser, el artista plástico. Aunque quizá podría haberse convertido en un pintor con muy mala leche que hoy tuviera 66 años. En 1989 publicó su último disco, «Histeria», una pálida revisión de temas de los años 70. Había vuelto a intentarlo, pero su órbita le iba alejando cada vez más de la tierra. La mañana del 22 de septiembre no llevaba puesto el cinturón y encontró una muerte vulgar para una vida tan extraordinaria.
Un tiempo de «flash» y purpurina
Existe un anecdotario interminable sobre Tino Casal, acentuado por un tiempo de fantasía inducida y autosugestión como era la Movida. Dicen que «Champú de huevo» comenzó por un potingue que Macnamara se ponía en la cabeza y que la frase «me dejas por un Frankenstein» se la dedicó Casal a Fabio cuando éste comenzó a alternar con Almodóvar. Dicen que gastó medio millón de pesetas en una chaqueta que nunca se puso. Que, recién operado, iba a discotecas a bailar con el bastón y que una noche se le salió la prótesis de la pierna y tuvo que volver a la cama del hospital. Que había escrito un guión para una película sobre una estrella del rock que cambia Madrid por Cuba porque está harta del «moderneo» y que concibe un hijo de Fidel Castro. Era un tiempo en el que todo podía tomarse a broma, y así surgió el grupo artístico Caos, que tenía, entre otros principios, «la mentira por placer, la crítica por vicio, la devoción a santa Gema, el amor a las tarjetas de crédito y la afición a la telenovela ‘‘Cristal’’». Cuando murió, Macanamara dijo: «Me siento como si hubieran cerrado todas las discotecas del mundo».
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De: Johan |
Enviado: 22/09/2016 07:05 |
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De: LILIAN |
Enviado: 23/09/2016 03:39 |
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