Claudican las magnolias del olvido
rompiendo juventud,
retazos del amor por lo dolido;
volando en crueles hojas
del otro amanecer que habrá partido;
quedando los deseos,
mano muerta que abraza el sinsentido...
Y liban los recuerdos
las noches de lujuria
cuando eras carne en don de lo adquirido,
y no un fantasma tenue
en la memoria vaga.
Atrás quedó dormido
el beso de tus aguas
besando al murallón de mi gemido
en caracola abierta
a mares de bravura:
¡Como esos jamás había sentido!
Hoy solo de tu paso queda nada
a más del triste anillo
en rubor de las horas
acompañando el sexo consentido,
la fuente de las fotos,
las flores en la iglesia,
encajes del vestido...
Ese encaje de sueños
que nos robó la vida en un segundo
donde en pleno festejo,
cuando eras despedido,
la chica de la torta te dio un guiño,
dejando en el adiós más atrevido
la tibia y pura estepa de tu suerte:
La de habernos casado,
y consumar el resto a lo vivido.