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Enviado: 24/10/2016 15:38 |
LA CANCION DEL CAMINO
Era un camino negro. La noche estaba loca de relámpagos. Yo iba en mi potro salvaje por la montañosa andina. Los chasquidos alegres de los cascos, como masticaciones de monstruosas mandíbulas destrozaban los vidrios invisibles de las charcas dormidas. Tres millones de insectos formaban una como rabiosa inarmonía.
Súbito, allá, a lo lejos, por entre aquella mole doliente y pensativa de la selva, vi un puñado de luces, como un tropel de avispas.
¡La posada! El nervioso látigo persignó la carne viva de mi caballo, que rasgó los aires con un largo relincho de alegría.
Y como si la selva comprendiese todo, se quedó muda y fría.
Y hasta mí llegó, entonces, una voz clara y fina de mujer que cantaba. Cantaba. Era su canto una lenta... muy lenta... melodía: algo como un suspiro que se alarga y se alarga y se alarga... y no termina.
Entre el hondo silencio de la noche, y a través del reposo de la montaña, oíanse los acordes de aquel canto sencillo de una música íntima, como si fuesen voces que llegaran desde la otra vida..
Sofrené ml caballo; y me puse a escuchar lo que decía:
- Todos llegan de noche, todos se van de día...
Y, formándole dúo, otra voz femenina completó así la endecha con ternura infinita:
- El amor es tan sólo una posada en mitad del camino de la vida.
Y las dos voces, luego, a la vez repitieron con amargura rítmica:
- Todos llegan de noche, y todos se van de día ... Entonces, yo bajé de mi caballo y me acosté en la orilla de una charca.
Y fijo en ese canto que venía a través del misterio de la selva, fui cerrando los ojos al sueño y la fatiga.
Y me dormí, arrullado; y, desde entonces, cuando cruzo las selvas por rutas no sabidas, jamás busco reposo en las posadas; y duermo al aire libre mi sueño y mi fatiga, porque recuerdo siempre aquel canto sencillo de una música íntima:
- Todos llegan de noche, todos se van de día! El amor es tan sólo una posada en mitad del camino de la vida...
DE VIAJE
Ave de paso, fugaz viajera desconocida: fue sólo un sueño, sólo un capricho, sólo un acaso; duró un instante, de los que llenan toda una vida.
No era la gloria del paganismo, no era el encanto de la hermosura plástica y recia: era algo vago, nube de incienso, luz de idealismo. No era la Grecia: ¡era la Roma del cristianismo! Alrededor era de sus dos ojos ¡oh, qué ojos, ésos! que las fracciones de su semblante desvanecidas fingían trazos de un pincel tenue, mojado en besos, rediviviendo sueños pasados y glorias idas...
Ida es la gloria de sus encantos, pasado el sueño de su sonrisa.
Yo lentamente sigo la ruta de mis quebrantos; ¡ella ha fugado como un perfume sobre la brisa! Quizás ya nunca nos encontremos; quizás ya nunca veré a mi errante desconocida; quizás la misma barca de amores empujaremos, ella de un lado, yo de otro lado, como dos remos, ¡toda la vida bogando juntos y separados toda la vida!
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De: Jeroa |
Enviado: 24/10/2016 17:14 |
Era un camino negro.
La noche estaba loca de relámpagos. Yo iba
en mi potro salvaje
por la montañosa andina.
Los chasquidos alegres de los cascos,
como masticaciones de monstruosas mandíbulas
destrozaban los vidrios invisibles
de las charcas dormidas.
Tres millones de insectos
formaban una como rabiosa inarmonía.
Súbito, allá, a lo lejos,
por entre aquella mole doliente y pensativa
de la selva,
vi un puñado de luces, como un tropel de avispas.
¡La posada! El nervioso
látigo persignó la carne viva
de mi caballo, que rasgó los aires
con un largo relincho de alegría.
Y como si la selva
comprendiese todo, se quedó muda y fría.
Y hasta mí llegó, entonces,
una voz clara y fina
de mujer que cantaba. Cantaba. Era su canto
una lenta... muy lenta... melodía:
algo como un suspiro que se alarga
y se alarga y se alarga... y no termina.
Entre el hondo silencio de la noche,
y a través del reposo de la montaña,
oíanse los acordes
de aquel canto sencillo de una música íntima,
como si fuesen voces que llegaran
desde la otra vida..
Sofrené ml caballo;
y me puse a escuchar lo que decía:
- Todos llegan de noche,
todos se van de día...
Y, formándole dúo,
otra voz femenina
completó así la endecha
con ternura infinita:
- El amor es tan sólo una posada
en mitad del camino de la vida.
Y las dos voces, luego,
a la vez repitieron con amargura rítmica:
- Todos llegan de noche,
y todos se van de día ...
Entonces, yo bajé de mi caballo
y me acosté en la orilla
de una charca.
Y fijo en ese canto que venía
a través del misterio de la selva,
fui cerrando los ojos al sueño y la fatiga.
Y me dormí, arrullado; y, desde entonces,
cuando cruzo las selvas por rutas no sabidas,
jamás busco reposo en las posadas;
y duermo al aire libre mi sueño y mi fatiga,
porque recuerdo siempre
aquel canto sencillo de una música íntima:
- Todos llegan de noche,
todos se van de día!
El amor es tan sólo una posada
en mitad del camino de la vida...
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De: LILIAN |
Enviado: 26/10/2016 05:34 |
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