tiempo de reposar con mucho polvoy sombra en los entretejidos dedos.
Y dirías: «No puedoamarla, porque ya se desgranaroncomo mieses sus dedos».
Tú no beses mi boca.Vendrá el instante llenode luz menguada, en que estaré sin labiossobre un mojado suelo.
Y dirías: «La amé, pero no puedoamarla más, ahora que no aspirael olor de retamas de mi beso».
Y me angustiara oyéndote,y hablaras loco y ciego,que mi mano será sobre tu frentecuando rompan mis dedos,y bajará sobre tu cara llenade ansia mi aliento.
No me toques, por tanto. Mentiríaal decir que te entregomi amor en estos brazos extendidos,en mi boca, en mi cuello,y tú, al creer que lo bebiste todo,te engañarías como un niño ciego.
Porque mi amor no es sólo esta gavillareacia y fatigada de mi cuerpo,que tiembla entera al roce del cilicioy que se me rezaga en todo vuelo.
Es lo que está en el beso, y no es el labio;lo que rompe la voz, y no es el pecho:¡es un viento de Dios, que pasa hendiéndome