Yo no me quiero acordar
ni la memoria me alcanza,
para tanta calamidad,
como yo pasé en mi infancia.
Cuando tenía seis años
me ponen a trabajar,
guardando cerdos y cabras
y pavos para empatar.
Si conocen lo que digo,
los cerdos se despistaban,
las cabras comían los olivos
y los pavos que no andaban.
¡Ni con la ayuda de Dios,
señores, yo los juntaba!
Con muchísimo trabajo
y muy poca libertad
yo llegué a los quince años
¡no lo quiero ni pensar!
Cuando a los quince llegué
ya los niños me gustaban,
pero era yo tan fea
que nadie me decía nada.
¡Por fin! ya llegó ese día,
que uno me dijo te quiero
yo le dije: y yo a ti
contesté pronto y ligero.
Era el hombre de mi vida,
el que se sentó a mi lado,
que yo, viva como viva,
a ese nunca lo he olvidado.
Pero poquito duró
eso bueno de mi vida,
el diablo se atravesó
y volví a pasar fatiga.
Se perdió un ángel en el cielo
que por eso Dios bajó
y cuando lo vio tan bueno
al cielo se lo llevó.
Menores de once años
me quedaron cinco niños,
un montón de trabajo
y ni una pizca de cariño.
Era un cuadro gigante
lo que en mi casa quedó,
había que seguir pa alante
y tenía que hacerlo yo,
De día yo trabajaba
y por la noche cosía,
pues lo que a mí me pasaba
era que poco dormía.
Yo muy poquito dormía,
muy poquito descansaba,
pero con todo ese esfuerzo
y con la ayuda de Dios
nunca nos faltó de nada.
Lo malo que les he hecho
es hacerles trabajar,
pa que fuesen de provecho
y apretaran a estudiar.
Ya se me hicieron mayores
y ahí está el resultado,
todos son trabajadores
y todos se han colocado:
uno se hizo tractorista,
y el otro fue camionero,
la chica rompió por contable,
y otro se me hizo banquero,
y la más grande de todos
plancha para el mundo entero.
Me ha llegado la vejez
y ahora tengo esa alegría,
los veo a todos trabajar
que era lo que yo quería.
¡Qué bonito es vivir!
cuando la vida es buena.
¡Qué bonito es vivir!
si la vives sin pena,
¡Qué bonito es vivir!
la salud es lo primero
¡Qué bonito es vivir!
se lo digo al mundo entero.