Enviado: 17/01/2017 18:54 |
AL REY OSCAR
Así, Sire, en el aire de la Francia nos llega la paloma de plata de Suecia y de Noruega, que trae en vez de olivo una rosa de fuego.
Un búcaro latino, un noble vaso griego recibirá el regalo del país de la nieve. Que a los reinos boreales el patrio viento lleve otra rosa de sangre y de luz españolas; pues sobre la sublime hermandad de las olas, al brotar tu palabra, un saludo le envía al sol de medianoche el sol de Mediodía.
Si Segismundo siente pesar, Hamlet se inquieta. El Norte ama las palmas; y se junta el poeta del fjord con el del carmen, porque el mismo oriflama es de azur. Su divina cornucopia derrama, sobre el polo y el trópico, la Paz; y, el orbe gira en un ritmo uniforme por una propia lira: el Amor. Allá surge Sigurd que al Cid se aúna; cerca de Dulcinea brilla el rayo de luna; y la musa de Bécquer del ensueño es esclava bajo un celeste palio de luz escandinava.
Sire de ojos azules, gracias: por los laureles de cien bravos vestidos de honor; por los claveles de la tierra andaluza y la Alhambra del moro; por la sangre solar de una raza de oro; por la armadura antigua y el yelmo de la gesta; por las lanzas que fueron una vasta floresta de gloria y que pasaron Pirineos y Andes; por Lepanto y Otumba; por el Perú, por Flandes; por Isabel que cree, por Cristóbal que sueña y Velázquez que pinta y Cortés que domeña; por el país sagrado en que Herakles afianza sus macizas columnas de fuerza y esperanza, mientras Pan trae el ritmo con la egregia siringa que no hay trueno que apague ni tempestad que extinga, por el león simbólico y la Cruz, gracias, Sire.
¡Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire, mientras la onda cordial alimente un ensueño, mientras haya una viva pasión, un noble empeño, un buscado imposible, una imposible hazaña, una América oculta que hallar, vivirá España!
Y pues tras la tormenta vienes, de peregrino real, a la morada que entristeció el destino, la morada que viste luto sus puertas abra al purpúreo y ardiente vibrar de tu palabra: y que sonría, oh rey Oscar, por un instante, y tiemble en la flor áurea el más puro brillante para quien sobre brillos de corona y de nombre, con labios de monarca lanza un grito de hombre!
| | | |
|
| | |