Olvida, Bras, a Costanza,
líbrate de su cadena,
no fíes en esperanza,
que no hay esperanza buena.
Poquito entiendes de amores,
Bras, y muy mucho porfías.
¿Tras esta engañapastores
pierdes el seso y los días?
Tú fías en su mudanza
y ella misma te condena
pues un punto de esperanza
te cuesta un siglo de pena.
Estando libre y serena
desasosiegas la vida,
como una causa primera
que mueve sin ser movida.
Triste el que busca mudanza,
que a sí mismo se condena,
si confía en esperanza
de quien nunca la dio buena.
Si se te ofrece, carillo,
alguna buena ocasión,
ésta la torna cuchillo
para tu condenación.
En la fragua de esperanza
forja una larga cadena
de eslabones de mudanza
y duro hierro de pena.
El corazón que te ofrece
ausente, venido el hecho,
ella lo arranca del pecho
y da a cuantos le parece.
No esperes, Bras, de Costanza
obra ni palabra buena,
que a dedos da la esperanza
y el tormento a mano llena.
Si ha de ser de bien y cierta
el esperanza chapada,
Bras, la tuya es cosa muerta,
que la fundas sobre nada.
No hay tan ligera mudanza
que no te parezca buena;
mal conoces a Costanza,
poco sabes de esta pena.
Esta tu esperanza, amigo,
de miedo tiene una parte,
pues que trae pena consigo
de que no puedes guardarte.
Quien pone su confianza,
Bras, en voluntad ajena,
ni en pena espere mudanza,
ni tema en mudanza pena.
Pastora, tu hermosura,
tu gracia, habla y semblante
promete buena ventura
al que no mira adelante.
Y al que con buena esperanza
se pusiese en tu cadena,
cuchillos de confianza
son y ministros de pena.
J0SÉ MANCILLA