A ti
que te conocí por obra del destino
y que vienes de lejos,
a ti
que llevas el cielo en tu ojos
y la bondad en tu sonrisa
a ti
que me escuchas sin reproches,
sin juicios;
porque en tu alma crece la llama de la fuerza,
del ímpetu,
porque a tu voluntad todo es posible,
porque tu corazón está abierto,
latiendo, viviendo,
porque sigues la filosofía de un niño
siendo todo un hombre
y hasta tu nombre
te describe;
Alexander,
protector y defensor de hombres,
dulce y fuerte amigo
mi gran amigo.
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