Te veo en el atardecer,
en las nubes blancas,
en cada gota de rocío;
te veo en mis pupilas mudas,
en las flores de mi mustio jardín;
te veo en el trino de las aves,
y en la noche blanca

te veo en mi corazón y
en cada latido de mi alma;
te veo en la dulce claridad del alba,
en la blanca espuma de mi río,
en cada misterio de la noche callada,
te veo dentro de mis sueños,
y en mis despertares;
te veo en la dulce melodía del arpa guaraní,
en mis manos calladas de ti,
te veo en los manantiales tibios,
y en las arboledas;
te veo en la callada mano que escribe,
en los trazos melodiosos de tu pluma,
y en cada verso que escribes;
te veo, amor mío, dentro de mí,
donde la magia puso su perfume
y la cálida alborada pinta su sol.