Miré la luz del rostro
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Miré la luz del rostro de la tarde,
invadí del otoño el mediodía,
rocé el espacio sublime del silencio
y sucumbí a su suave caricia displicente.
Miré la luz del rostro de la tarde,
busqué la referencia del olvido,
ignoré del dolor su amargo yugo,
imaginé el resplandor antes de verlo,
reconocí el color que dibujaran
las flores nuevas de la dulce,
amorosa y bien hallada primavera.
Miré la luz del rostro de la tarde,
roja de fuego, añosa y despiadada
mientras yo estaba quieto en la ventana
acodado en la cresta de los sueños,
y vi ponerse el sol tan de mañana
que las horas ladraron como perros.
Luis Calama Rodríguez
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