Una casa modesta, de empleado que se gana su pan de cada día; y una mujer honesta que porfía con el debe y haber de los cobrado.
Un pequeño que juega entusiasmado con la reciente entrega de alegría que le hiciera Melchor, en armonía con su cerebro limpio y despejado.
Hay un mucho de paz y algo de vida para mirar el mundo en su despliegue hacia el mejor sentir de los humanos.
Y hay un mantel dispuesto, una comida, con un trozo de amor para el que llegue con la verdad abierta entre las manos.
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