Consigo que mi editor, Maseo Masuda, finalmente me invite a la tradicional ceremonia del té. Él piensa que no voy a entender bien: “no pasa nada especial”, me repite varias veces.
Nos vamos hacia una montaña cerca de Hakone, entramos en un pequeño cuarto, y su hermana, vestida ritualmente con un kimono nos sirve el té. Sólo eso, pero todo se hace con tanta seriedad y protocolo que una práctica cotidiana se transforma en un momento de comunión con el Universo.
El maestro de té, Okakusa Kasuko, explica lo que pasa: “la ceremonia es la adoración de lo bello. Todo el esfuerzo se concentra en la tentativa de llegar a lo Perfecto a través de los gestos imperfectos de la vida cotidiana. Toda su belleza consiste en respetar las cosas simples que hacemos, pues ellas pueden llevarnos a Dios”.
Si un simple encuentro para beber té puede llevarnos a Dios, qué decir de las otras oportunidades que se presentan a diario sin que nos demos cuenta.
PAULO COELHO