Hablar de la Vega de Granada supone hacerlo de un espacio históricamente imprescindible para este rincón de Andalucía. Al abrigo de Sierra Nevada, y cruzada por el río Genil, la Vega siempre ha sido un paisaje de agua, de huerta, de chopos y de poesía.
El sol al ocultarse se asomó entre las nubes…, y la vega fue como una inmensa flor que abriera de pronto su gran corola mostrándonos toda la maravilla de sus colores. Hubo una conmoción enorme en el paisaje. La vega palpitó espléndida. Todas las cosas se movieron. Algunos colores se extendieron fuertes y briosos.
Federico García Lorca
Actualmente, la realidad de la Vega granadina es bien diferente a su imagen tradicional. Debido a la ausencia de planificación supramunicipal y al, excesivamente permisivo, planeamiento urbanístico a escala local, unido a la inacción de las autoridades competentes, la Vega se ha convertido en un claro ejemplo de un paisaje que camina hacia su propia destrucción, hacia la pérdida de su identidad territorial y, en definitiva, hacia el desvanecimiento absoluto de su esencia paisajística.
El primer gran hito que abrió la veda hacia la ocupación de la Vega fue la vía de circunvalación del Camino de Ronda, recogida en el Plan de Ordenación Urbana y de Alineaciones de Granada del año 1951. Esta carretera fue construida con el objetivo de aliviar el tráfico de la pujante capital granadina, y con la intención de que actuara como límite para el crecimiento urbanístico por el oeste, protegiendo así la margen derecha del Genil de la mancha urbana. Sin embargo, lo que se consiguió fue el efecto contrario al deseado: esta vía comenzó a adquirir el papel de segundo eje de desarrollo de la capital, ocupándose masivamente los márgenes de dicha carretera. A su vez, surgieron algunos barrios fuera de ordenación, en el seno mismo de la Vega, como el Zaidín y la Chana, en principio aislados aunque luego quedarían fagocitados por la expansión de la ciudad, formando, hoy en día, parte del entramado urbano.
Así pues, con estos dos desarrollos -circunvalación del Camino de Ronda y barrios periféricos- se consolidaron las bases para la ocupación de la Vega.
La decadencia del sector agrícola, sobre todo de la industria remolachera y azucarera, unida a la explosión del mercado inmobiliario en los años 60, fue otro factor clave que explica la situación actual, ya que se abandonaron los usos tradicionales y se modificó en sí la estructura territorial de la Vega.
El boom de la segunda residencia, ya en la década de los 80, se erige como otro motivo principal del cambio acaecido en este espacio. Este fenómeno, aunque afectó generalmente a toda la Vega, se produjo con mayor intensidad, en el sector suroriental, en los términos municipales de Huétor Vega, Monachil, Cájar, La Zubia y Los Ogíjares, llegando a producir un efecto de conurbanción con una morfología de cinturón separado de la ciudad de Granada.
Cabe decir, que en este proceso de ocupación paulatina de la Vega, han tenido un papel protagonista tanto actuaciones recogidas en Planes Parciales y Proyectos de Urbanización, como otras que simplemente son fruto de parcelaciones informales al margen de toda ordenación.
Por tanto, y aunque todos los factores aquí comentados han tenido su papel dentro del camino hacia la desaparición de este paisaje fluvial, sobresale uno por encima de todos los demás: la ausencia de un planeamiento supramunicipal efectivo a escala comarcal que encauzara la expansión de la ciudad de Granada dentro de los límites de lo racional, haciendo caso a las advertencias de los expertos en esta materia. Esta ausencia de control y de planificación ha propiciado una anarquía urbanística en la que los entes municipales son los grandes responsables, dado que en ellos recaen la mayoría de competencias en este aspecto.
Con todo, nos encontramos hoy en día una Vega que sigue inmersa en proceso de degradación, absorbiendo toda la población que pierde la ciudad de Granada año a año y, aunque atenuado por la crisis y el derrumbe del sector de la construcción, observando impotente cómo en ella se siguen levantando construcciones a “salto de rana”, es decir, dejando intersticios de terreno vacío, constriñendo la Vega y su normal funcionamiento.
A día de hoy, lo que tenía que ser una Vega mansa y lenta, despensa de la ciudad de Granada, como siempre ha sido, con usos compatibles acorde con sus características territoriales, se ha transformado en una Vega atrapada entre carreteras y urbanizaciones, donde el pastor no puede pastorear, ni el campesino puede sembrar, y donde el poeta no puede pensar.
Todo paisaje ha de evolucionar y ser dinámico, pero siempre bajo criterios de racionalidad, intentando conservar su identidad y su esencia como lugar, pero el proceso que tiene lugar en la Vega no es ni evolución ni desarrollo, si no más bien todo lo contrario.
Cierto es que existe actualmente un Plan Especial de Ordenación de la Vega de Granada promovido por la Junta de Andalucía -actualmente en estado de concertación- que, si bien llega excesivamente tarde, es totalmente necesaria su redacción y aplicación. Pero esto, hace que nos planteemos cuestiones tales como ¿Es asimilable por la propia Vega todo el caos urbanístico acaecido en ella durante más de cinco décadas?¿Se van a poder recuperar todos los valores, no sólo ambientales si no también culturales y de otros tipos, que se han perdido? Y sobre todo cabe preguntarse ¿es la Vega de Granada un recuerdo del pasado? La Vega de Granada, el ocaso de un paisaje
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