Me entrego a la certeza espiritual de que mi vida está en orden divino.
Mi mente puede resistirse a la idea de entregarse, y hasta sentir que es sinónimo de derrota. Sin embargo, en la Verdad, entregarse es un paso espiritual esencial que abre el camino al orden divino.
El orden divino es la esencia de toda vida, el amor infinito en el cual “vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28). El orden divino siempre está presente y en expresión. Así que si percibo ausencia de orden, es porque estoy permitiendo que la mente mortal se aleje de la guía amorosa de mi ser espiritual.
Reemplazo prioridades y expectativas basadas en el temor con fe en la Presencia moradora —mi guía amorosa constante que me dirige hacia una vida de gozo y paz.
Sólo yo sé los planes que tengo para ustedes ... para que tengan un futuro lleno de esperanza. —Jeremías 29:11
Con demasiadas demandas a mi atención y tiempo, el riesgo de agotarme siempre está presente. Si el agobio se asoma en mi horizonte, hago una pausa, respiro profundamente varias veces y recuerdo el poder revitalizador del Espíritu en mí. Dejo ir la preocupación e inhalo fe. Dejo ir la confusión e inhalo claridad. Dejo ir el agobio e inhalo vida.
Descanso plenamente en el conocimiento de que yo soy suficiente y que todo lo que necesito para mi mayor bien se manifiesta en el tiempo divino y de la manera perfecta. A medida que la conciencia de la Verdad alivia mi alma, avanzo con un sentido mayor de satisfacción. Revitalizado, puedo ahora tomar decisiones sabias y amorosas acerca de cómo dedicar mi tiempo y energía cada día y todos los días.
Yo satisfaré el hambre y la sed de la gente triste y fatigada.—Jeremías 31:25