Cuando necesito ayuda para tomar una decisión, escucho la apacible y suave voz del Espíritu en mí para que me guíe. Reconozco que esa presencia espiritual siempre está allí, llenándome de calma y seguridad. Hay muchas maneras de conectarse con el Espíritu, pero la primera es dejando ir. Primero he de soltar la situación por la que requiero guía.
Con mi lado humano abatido, impido que mi mente trate de encontrar la respuesta. Después de soltar, puedo meditar, disfrutar de una lectura devocional, pasar tiempo en la naturaleza o hacer cualquier cosa que me haga consciente del amor de Dios. Aquieto mi mente y abro mi corazón para discernir la guía divina. Confío en que todo está bien.