A veces, quizás me parezca difícil encontrarle respuesta a un reto en mi vida. Tal vez trate de buscar una solución rápida y fácil, o acuda a alguien para que me resuelva el dilema. Mas, en vez de buscar fuera de mí, elijo acudir a mi interior.
Respiro profundamente. Descanso. Me doy cuenta de que las condiciones externas y temporales no son mi verdad. Las dejo ir, y al hacerlo, puedo sentir la seguridad de la presencia divina. Dios está en mí. Siento ahora Su consuelo, cuidado y amor.
Sé que todo está bien. Sin importar las circunstancias, puedo acudir a Dios, Quien mora en mí como guía inmutable en el camino de la vida. Descanso gracias al consuelo que esta conciencia me brinda.
Pero Jehová le dijo: "La paz sea contigo. No tengas temor, no morirás."—Jueces 6:23
El joven David se enfrentó a Goliat vestido con una piel de oveja y armado sólo con una honda. Él rechazó la armadura del rey, mas estaba vestido de fe. No importa lo que enfrente hoy, sé que tengo todo lo que necesito. Soy un canal único para la expresión del Espíritu de amor, compasión, sabiduría y valor. Presto atención a Su guía y avanzo con confianza.
No tengo que actuar o hablar como otra persona para tener éxito. No necesito ropa o entrenamiento especiales para ser más de lo que ya soy. Mi peso, estatura, edad y piel son perfectos. Soy todo lo que Dios me creó para ser, y sé que soy completamente capaz, único y digno de todo bien.
Entonces dijo David al filisteo: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina; pero yo voy contra ti en el nombre de Jehová”.—1 Samuel 17:45
En la Biblia, Jesús nos dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” y “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Éstos son principios según los cuales debemos vivir y a los cuales debemos aspirar conscientemente. Cuando amo a Dios, expreso el Cristo en mí. Cuando amo a mi prójimo como a mí mismo, reconozco el Cristo en él. Todas las diferencias externas dejan de ser importantes. Veo más allá de las apariencias y sé que de corazón somos verdaderamente uno. Todos somos creaciones de Dios, expresiones únicas de lo Divino. Cuando aceptamos esa verdad, sentamos la base para un mundo de paz.
Todos los moradores del mundo … cuando se levante bandera en los montes, mirad; y cuando se toque trompeta, escuchad.—Isaías 18:3