que traspasaban la piel, haciendo
vibrar mi alma.
Le bastaba tocarme y aunque
la oscuridad desaparecía nuestros
cuerpos, jamás el inagotable amor
de nuestros corazones.
Siempre transformaba el invierno
de mis ojos en suspiros, cortejo
a mi corazón en cien mil versos
... escritos con la sutil forma
de amarme hasta convertir
mi enojo en deseo de un eterno
beso inagotable, romántico
y pervertido al mismo tiempo.
... ¡Le bastaba tocarme!