No, no te olvides las razones
que te hicieron volar cada vez que sentiste
que tenías pegados los pies al suelo.
Esa vez que temblaste de los nervios
para encarar algo que al final, resultó bien.
Cada vez que te fuiste de un lugar en el que la libertad
se hacia ausencia y la resaca de los
sueños postergados te hacía doler la cabeza.
No te olvides de la vez que te lanzaste al cielo en busca de un cometa,
y provocaste un Big Bang que cambió toda tu vida.
No te olvides las veces que le cerraste la puerta a la irónico
y gastado y se la abriste a lo simple y lo cálido.
Elegir que si y que no, también es volar.
No te olvides por favor de todas las veces que aunque te dolió el alma
y estiraste la mano una vez más para salir del pozo, te la estiraste vos, a vos,
desde vos, desde el centro de tu corazón.
No te olvides nunca, porque seguro vendrán tiempos difíciles de nuevo
pero las alas nunca se van a ningún lugar,
a veces hay que descansar a veces también hay que sentarse
a la sombra de un árbol antes de retomar el vuelo.
Pero nunca.
NUNCA.
Dejar de volar.
Ni olvidar porque lo hacemos.