Después de dejar de preocuparse por quién la quería,
o quién la despreciaba, o con quién podía contar
o quiénes no se decidían y estaban sólo estorbándole.
Ella se harto de soportar aquello que no le traía paz.
Se dio cuenta de que las opiniones valen menos
de un centavo el millar, y que la lealtad no era
sólo una palabra sino un estilo de vida.
Fue ese día en que su vida cambió para siempre.
Y no por un hombre, o por un trabajo, sino porque
se dio cuenta que la vida es muy corta
como para dejar las llaves de su propia
felicidad en el bolsillo de alguien más.