
Vergüenza
(Ante una muerte)
Cae tu muerte en mi corazón, llenándolo de vergüenza. Le grito a mi corazón: «¡Nunca!» Pero él levanta una nota y me contesta: «Siempre», murmuro. «¡Siempre!» El eco repite sobre el mundo: «¡Siempre, siempre!» y todos los poetas, con tu muerte doliéndoles, avergonzándolos, responden: «¡Siempre!» Porque, mientras tú morías, mientras tus manos que morían aún intentaban volar todos los poetas abrazaban su canción. ¡Y oyeron su vergüenza! La oyeron viva, con sangre y nervios, como humana criatura contra humana criatura. Y esa vergüenza gritó señalándonos: «¡Vosotros!» No, no pudimos huir: espigas, árboles, flores, se desbordaron, una pared de alas se amontonó. Senderos y caminos, el mar, enredaderas azules, el agua de las fuentes, luchaban, se oponían. ¡Amor! ¡Amor! «¡Vosotros!» Fue inútil; no, no pudimos huir: notas, notas, notas, cubriéndonos, amarrándonos.
Nuestra muerte diaria, ¡qué parecida a la tuya! ¡Perdónanos! Ya que como tú, mientras morimos, aún nuestras manos intentan morir.
Ana Inés Bonnin
01.08.14


|