Todo lo que escribo
se transforma en letras
excitantes de pasión incontrolable
por tu belleza, mujer.
Cada palabra que nace de mis manos
es un gemido atrapado en el papel,
una caricia que serpentea tu piel
como un fuego que no se puede contener.
Eres la llama que quema mis versos,
el deseo que desgarra mi ser,
la tentación que enciende mis noches
y el abismo al que quiero caer.
Tu piel, un campo de batalla,
donde mi boca ansía vencer,
dejando marcas de mis ansias
en cada rincón de tu placer.
Tus labios, pecado sagrado,
dulce infierno al que quiero arder,
mientras mi lengua, errante y hambrienta,
explora el néctar de tu querer.
Cada letra que esculpo en tu cuerpo
es un pacto entre el deseo y la piel,
una súplica callada, ardiente,
por rendirme una y otra vez.
Derrámate en mi tinta encendida,
sé la mujer que me hace estremecer,
pues todo lo que escribo
es lujuria hecha poema,
y solo tú, mujer, puedes encender mi sed.