

Ese hombre me vuelve loca. Me excitä. Me enoja. Me calientā. Me harta. Me da amor. Sus manos tienen la medida exacta
para embonar con mi cadera. Yo quiero prestar mi cuerpo siempre con él. Ese hombre, es mi hombre. Y aunque sé que estoy jugando con fuego, siempre
y cuando él me reciba en el infierno, yo gustosa de quemarme. Porque los pecados se gozan cuando tú eliges a tu verdugo. Y yo a él, lo elijo para gozarme la existencia,
mojarme la entrepierna y descubrir qué se siente
bailar con el mismísimo Diablo. Después de todo, nada puede ser tan malo.
-Maríana Dottor.


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