Me metí sin aviso, sí…
pero fue tu mirada la que abrió todas las puertas.
Tu cuerpo habló primero,
y el mío solo respondió al llamado.
No dije mucho, porque a veces las palabras estorban,
cuando el lenguaje de la piel lo dice todo.
Cada rincón tuyo me pedía ser descubierto,
y juro que lo hice con una mezcla de hambre y devoción.
No fue solo una noche,
fue una marca en el tiempo.
Aún puedo cerrar los ojos y sentir tu respiración,
tu piel temblando bajo mis manos,
tu alma rendida, sin máscaras.
Tú también me sacaste de lo común…
Me hiciste sentir necesario, único, deseado.
Y desde entonces,
hay una urgencia en mí que solo tú puedes calmar.
Vuelvo a ti cada noche,
aunque sea en pensamiento.
Y créeme… si por mí fuera,
ya estaría buscándote con la misma hambre,
y un deseo aún más feroz.
S. Saiz 16/4/25
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