“…En ciertas reencarnaciones, nos dividimos. Así como los cristales y las estrellas, así como las células y las plantas, también nuestras almas se dividen.
Nuestra alma se transforma en dos, estas nuevas almas se transforman en otras dos, y así en algunas generaciones, estamos esparcidos por buena parte de la tierra.
Hacemos parte de lo que los alquimistas llaman el ANIMA MUNDI, el Alma del Mundo.
En verdad, si el ánima mundi se limitara a dividirse, estaría creciendo pero también quedándose cada vez más débil. Por eso, así como nos dividimos, también nos reencontramos.
Y ese reencuentro, se llama Amor.
Porque cuando un alma se divide, siempre se divide en una parte masculina y una femenina.
…En cada vida, tenemos una misteriosa obligación de reencontrar por lo menos, una de esas Otras Partes…
…- ¿Cómo es posible reconocer a la Otra Parte? -
Es posible conocer a la Otra Parte por el brillo en los ojos: esa, es la tradición del sol; así, desde el inicio de los tiempos, las personas reconocían a su verdadero amor. Según la tradición de la luna, existe otro
procedimiento: un tipo de visión que mostraba un punto luminoso situado encima del hombro izquierdo de la Otra Parte.
Corriendo riesgos. Corriendo el riesgo del fracaso, de las decepciones, de las desilusiones, pero nunca dejando de buscar el Amor.
Quién no desista de la búsqueda, vencerá.
…Somos responsables de reunir nuevamente, a la Otra Parte que se cruzará en nuestro camino.
Aunque sea por unos instantes siquiera; porque esos instantes traen un amor tan intenso que justifica el resto de nuestros días.
También podemos dejar que nuestra Otra Parte siga adelante, sin aceptarla o siquiera percibirla.
Entonces necesitaremos más de una encarnación para encontrarnos con ella.Y, por causa de nuestro egoísmo, seremos condenados al peor suplicio que hemos inventado para nosotros mismos:
¡La soledad!
PAULO COELHO