Victoria final

Para que en el nomvbre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra. Filipenses 2:10.
Llovía en San Pablo, la noche en que un avión de la línea TAM se salió de la pista, en el momento del aterrizaje; atravesó la avenida Rubem Berta y se estrelló contra las construcciones del otro lado. En el trágico accidente, murieron casi cien personas. Me llamó la atención la reacción del familiar de una de las víctimas: "¡Dios no existe! ¡No puede existir, si permite una cosa de estas!", decía a gritos delante de las cámaras de televisión. La gente herida reacciona de este modo ante el sufrimiento; es una manera muy humana de enfrentar el dolor. Sin embargo, en ese momento el enemigo debió haber soltado una carcajada, en la inmensidad del universo, pensando que había ganado la batalla. Él provocó el dolor, y quien llevó la maldición fue Dios. Siempre fue así. Todo lo que te hace sufrir y abre impiadosamente las heridas de tu corazón, es provocado por el enemigo. Su propósito es hacerte volver en contra de Dios. Así fue con Job Su historia contiene la teología del dolor. El enemigo le quitó todo y lo dejó en la peor situación, enfermo de sarna desde los cabellos hasta los pies. La propia esposa le dijo: "Maldice a Dios y muérete". Pocos seres humanos llegaron a las profundidades del sufrimiento como Job El relato es explícito al mostrar que el diablo provocó todo esto, con la intención de que Job pensase que el dolor provenía de Dios. La obsesión del enemigo es "probar" que Dios es injusto, duro y cruel con sus criaturas. Y, sin importar el método que tenga que usar para alcanzar sus objetivos, los usará. Sin embargo, el texto de hoy afirma que llegará un día en que toda rodilla se doblará, reconociendo que Dios tenía razón y que las acusaciones del enemigo eran falsas. Mientras ese día no llega, deposita toda tu confianza en Dios. No permitas que las ondas agitadas del mar de esta vida hagan vacilar tu fe. Busca a Jesús todos los días, convive con él cada instante, cuéntale tus tristezas y dificultades. Y permite que él enjugue tus lágrimas.
Un día, entonces, junto con los redimidos de todos los tiempos, levantarás las manos hacia el cielo, para recibir a tu Salvador. Y ese día verás: "que en el nombre de Jesús se dobla toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra".
Vidas que inspiran
No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Salmo 91:5,6.
Por los pasadizos secretos del alma o por los pantanos traicioneros del espíritu, a través de generaciones, transitan en tropel los temores. Vienen atraídos por las historias que la mente arranca de lugares lejanos e ignotos. Comienzan a arribar cuando cae el sol, silenciosamente... Se sientan formando círculos y perturbando la paz. Existe gente que no logra dormir; los somníferos resultan insuficientes para ahuyentar los temores que tomaron de asalto la ciudadela del corazón. El salmista David sabía bien lo que era eso: huía de un enemigo real; el rey Saúl deseaba destruir al joven que Dios había escogido para ser su sucesor. El monarca no aceptaba que había pasado su oportunidad. El poder tiene la capacidad de enviciar a la persona: quien lo tiene, no quiere perderlo y hace cualquier cosa con tal de conservarlo. David huía, andando por el desierto y durmiendo en cuevas. Aquellas noches, solitario y perseguido, supo lo que era el miedo. Pero descubrió, también, lo que significa tener un Protector como el Dios Todopoderoso, a quien había decidido servir. El salmo 91, de donde extraje el texto para el devocional de hoy, es un salmo de confianza, y sirve de inspiración para todos aquellos que, de una forma o de otra, enfrentan enemigos reales o imaginarios. El miedo paraliza, te incapacita para avanzar, te hace retroceder; te quita, poco a poco, hasta las ganas de soñar y de vivir. Lo llaman depresión: son miedos que la mayoría de las veces no tienen razón de ser; pero el espíritu tiene sus pantanos, oscuros e incomprensibles. Si es de día, sufres porque es de día y, cuando la noche llega, los temores continúan. El consejo del salmista es que, si vas a esconderte bajo las alas de tu Protector, no tienes razón para vivir angustiado. Nada de lo que te hagan tocará tu vida, ni siquiera las fuerzas de las tinieblas. Por eso, hoy, sal a correr detrás de tus deberes diarios seguro de que tu vida está escondida en Jesús. Si es así: "No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya".
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