He escrito de lo oscuro, de la desolación de la mirada y del deseo, que se eleva inútil para morir vacío. He escrito del miedo, del dolor de una tarde que se pierde sin rumbo, del cuerpo que se niega. De todo esto he escrito, y más si me dejaran cuando hubiera querido simplemente no escribir, sino quizá vivir y ser amada y encontrar en los cuerpos amados un refugio seguro donde contar que el tiempo acaricia suavemente. Y no querría escribir de nada más, sino enroscarme en tus piernas, descansar en tu vientre y morir, puesto que hay que morir, sabiendo que he vivido, con un conocimientos exacto del gozo y del placer -de la alegría-. Y sin embargo escribio, a mi pesar, lo reconozco, y seguiré escribiendo mientras viva porque no tengo aliento más audaz ni más lejano, ni tengo abierto otro canal hacia la vida.